“¡Cuán hermosos son los pies del mensajero que anuncia felicidad, que trae la buena noticia y anuncia liberación, que dice a Sion: 'Tu Dios reina!'” (Is 52,7).
Respóndeme: ¿quién puede aguantar cinco minutos de conversación con una persona que solo trae malas noticias? ¡Parece incluso que hasta su presencia atrae la desgracia! Entre nosotros, ya es una buena noticia no cruzarnos en la calle con “pájaros de mal agüero” o no recibir llamadas telefónicas, correos electrónicos o mensajes en Whatsapp.Se cuenta que, cierta noche de 1560, en el condado inglés de Lincolnshire, un gato negro fue atacado a pedradas. Acorralado, se refugió en la casa de una anciana que solía albergar gatos callejeros. Al día siguiente, la señora también apareció herida. La gente concluyó que ella era una bruja, y el gato, ¡su disfraz nocturno!
Cuando era niño, las brujas eran feas y temidas. Hoy, se convirtieron en muñecos para los niños ...
“Dios puede revelar el futuro a sus profetas u otros santos. Pero la actitud justa del cristiano consiste en ponerse con confianza en manos de la Providencia, en todo lo que concierne al futuro, y dejar de lado toda curiosidad [...]” (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2115). La profecía cristiana es el anuncio de la Palabra de Dios, fuente de bendiciones ... ¡y santidad! Y la denuncia de la palabra del Enemigo de Dios, fuente de maldiciones ... ¡y pecado!
Y el santo Catecismo enseña, en el número 2117, que: “Todas las prácticas de magia o hechicería, mediante las cuales se pretende domesticar los poderes ocultos para ponerlos a su servicio y obtener poder sobrenatural sobre los demás - aunque sea para obtener salud - son gravemente contrarios a la virtud de la religión. Esas prácticas son aún más condenables cuando van acompañadas de la intención de dañar a otros o cuando recurren a la intervención de demonios [...]”
Oración
Renuncio a la adivinación y a los malos augurios; a la magia negra y a todo tipo de magia; a la herejía, a la blasfemia y al satanismo; al tablero wicca, a la brujería y el vudú; al espiritismo y a la evocación de los muertos; a los curanderos y “bendecidores”. Renuncio a la contaminación por la ingesta de alimentos y bebidas que se ofrecen en lugares donde Jesús no es el Señor. Renuncio a las consagraciones, a las ofrendas, a las oraciones, amarres, incisiones y operaciones espirituales hechas en esos lugares. ¡Jesús es mi Señor! Amén.
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