¡Buen día, Espíritu Santo!
Cuando mi cuerpo se levanta relajado del descanso,
cuando mi mente, serena y tranquila deja la noche,
cuando mis labios han descansado de toda palabra,
mi corazón grita en silencio: ¡Ven!
Ven y realiza el "milagro de Zacarías en mí"
¡Suelta mi boca y mi lengua a la alabanza!
Alabanza de Tu Gloria,
De Tu Santo Nombre,
Alabanza de Tu Reinado, Primacía y Poder;
Alabanza de Tu Misericordia, de tu Belleza y Tu Esplendor!
y ¡gobiérname!
Con autoridad, ¡Ven a gobernar amorosamente mi vida!
¡Amén!
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