Hoy le encontré a mi mejor amiga, -mi novia-, y durante un largo rato compartimos respecto de nuestro día a día. Conversamos sobre nuestras dificultades, sobre nuestras experiencias con Dios, en fin, vivimos un gran momento de apertura. A ese respecto quiero compartir con ustedes.
Aquí, en la Comunidad Canción Nueva, hay un principio que nos rige, llamamos de “apertura y transparencia”. Según este principio todos debemos “compartir” con los hermanos, lo que vivimos, en un principio, solos. A partir de ahí nace la experiencia de no decidir nada solo, de no vivir las situaciones a escondidas. Aprendemos que cuando colocamos las cosas a la luz de Dios, es decir, cuando nos abrimos a un amigo o hermano de cuarto, a nuestro fundador o coordinador, a un sacerdote o al director espiritual todas las situaciones se resuelven y el demonio pierde fuerzas.
En otras palabras, ante una tentación o conflicto, al compartir nuestra debilidad tenemos la ayuda de nuestro hermano y, así, el enemigo pierde fuerzas, pues sacamos la situación de las tinieblas y la colocamos a la luz.
Hay una gran necesidad de que en nuestras familias, en nuestras relaciones familiares, y en nuestros ministerios o grupos de servicio a Dios tengamos una mayor apertura. Por falta de diálogo muchos matrimonios están en la ruina. Por falta de diálogo entre padres e hijos muchos jóvenes están perdidos en las drogas, en los vicios, en la prostitución. Por falta de diálogo entre las personas hay pocos amigos verdaderos; por eso también hay egoísmo en los grupos de iglesia, prejuicio y la envidia inunda los ambientes.
Participé de grupos de jóvenes, de ministerio de música y de prédica y, hoy, viviendo en la Comunidad Canción Nueva, sé muy bien que las dificultades en las relaciones son amenizadas con el diálogo. Dejo claro que es necesario hacer todo eso en espíritu de oración. Compartir, ser transparente no es decir todo lo se piensa a alguien, no es apuntar los errores del hermano, no es humillar al otro. Al contrario, es vivir con humildad la reconciliación, buscar la ayuda del hermano y así vencer la autoconfianza, es un camino de santidad.
Habría mucho más que decir, pero te invito a practicar. Conversa con tu pareja, con tus hijos, tus padres, con tus amigos. Pregunta cómo fue su día. Habla de ti, de tus sueños, tus proyectos, tus dificultades, tus problemas. Pide consejo, escucha, da consejo. Pide perdón, perdona. Pide ayuda. Comparte.
Después cuéntame el resultado y acuérdate: hazlo todo en Dios, buscando la santidad, buscando al Señor.
Estamos juntos, unidos en oración.
Emanuel Stênio
Comunidad Canción Nueva
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