Por P. Alberto J Linero Gómez, eudista
fuente: www.padrelinero.blogspot.com
Ayer conversaba con el profesor Carlos Silva, actual Técnico del Unión Magdalena y uno de los jóvenes entrenadores con mayor futuro en el fútbol colombiano. Y me decía que la tarea principal de un orientador, entrenador, director técnico, es la de hacer que sus jugadores entiendan el fútbol es un evento “decisional”, un hecho de decisión; por lo tanto, hay que enseñarlos a saber elegir.
Realmente tiene razón, aunque no sólo en el fútbol, sino en el amplio sentido de la vida misma. Después de pensar en lo que decía también llego a la conclusión de que existencia, la historia, el ser y la felicidad se definen a partir de las decisiones que vamos tomando. Cada vez que estamos ante una realidad que nos exige decidir, estamos construyendo una vida distinta. Decido enojarme o no ante la situación, si me enojo actuaré de una manera, si no lo hago actuaré de otra; cualquiera de los dos caminos me llevará a un lugar distinto. Estoy frente a un posible empleo, decido cómo presentarme, qué actitud tener, qué palabras usar, todo eso hará que la entrevista tome un rumbo único.
La vida se construye de decisiones tomadas; para la anécdota de la imaginación quedan las que no tomé. Muchas veces malgastamos el tiempo construyendo la historia que no fue, esa que se nutre del verbo “hubiera”, con frases como “si yo hubiera dicho”, “si te hubiera esperado”, “si no me hubiera casado”, etc. De nada vale gastarnos la existencia tratando de construir lo que no fue. No se puede sino eso, imaginar, especular, y casi siempre desde una intención masoquista de machacarnos la herida frente al error que cometimos.
Por eso decidir debe ser algo que nos exija de la mayor concentración; porque la existencia está en juego en las pequeñas decisiones que tomamos a diario, si cumplimos con una responsabilidad, de decimos la verdad frente a un error, si hacemos lo que sabemos que no es correcto, si nos enojamos o no en determinada circunstancia. Esas decisiones que podemos ver como mecánicas, sin importancia, son fundamentales a la hora de sumar el sentido de lo que somos y hacemos.
De hecho, aprender a ser feliz es aprender a elegir bien, porque una vez eliges y realizas esa decisión es probable que ya no puedas echar para atrás, no se pueden obviar las consecuencias de nuestras decisiones acertadas, ni las equivocadas; ni se quita con el deseo aquello que ya dije, ni lo que hice o dejé de hacer. Por todo lo anterior creo conveniente que hoy pensemos en dos condiciones para elegir bien:
1. No elegir sólo por emociones, ni tampoco sólo por ideas; sino buscar que sea fruto de la comprensión. Y creo que la comprensión es un hecho de todo el ser. Ni tomo decisiones porque estoy lleno de rabia, ni porque estoy lleno de alegría, o porque tengo un pálpito de esperanza; ni desde la fría mente, el cálculo lógico y nada más. Algunas veces hay razones que escapan a la razón; es cierto, pero todo debe tener un equilibrio funcional entre nuestras dimensiones humanas. Una buena decisión es integradora, no excluyente, sino que responde a lo que soy y quiero desde unos fundamentos más profundos que la emoción, y más humanos que la sola razón.
2. Con revisión constante de la decisión. La vida me va mostrando si lo que hice fue correcto o no; en el fondo de nuestro corazón sabemos que hemos tomado una opción inteligente y nos encaminamos bien, o si estamos yendo en el sentido contrario a donde queremos estar. Por eso hay que tener certeza de que ésta es la mejor decisión a pesar de todo; o si, por el contrario, es mejor echar para atrás e intentar otro camino. Es mejor desandar un tanto, que seguir derecho al abismo; porque como leí “frente al abismo la única manera de seguir es dar un paso hacia atrás”.
La vida es una gran decisión y la felicidad igual. Pero se construye desde la suma de las pequeñas y sencillas decisiones que estamos tomando, que hemos tomado, que seguiremos tomando.
Publicado por Padre Alberto José Linero Gómez
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