“Rebeca bajó a la fuente y llenó su cántaro” (Gn 24,16), nos dice la Escritura. Cada día, Rebeca iba al pozo, cada día sacaba agua. Y como cada día pasaba mucho tiempo cerca de los pozos, el servidor de Abraham pudo encontrarla y darla en casamiento a Isaac. ¿Quizás piensas que se trata de un cuento o de una bella historia reportada por el Espíritu Santo en la Escritura? No es así, se trata realmente de una enseñanza espiritual, de una instrucción que se dirige a tu alma para enseñarte a venir cada día al pozo de las Escrituras, hacia las aguas del Espíritu Santo y sacar agua sin cesar para lograr un recipiente bien lleno. Así actuaba santa Rebeca. Si hubiera actuado de otra forma, no hubiera podido desposarse con el gran patriarca Isaac. (…)
Todo lo que contiene la Escritura es simbólico: contigo también Cristo quiere desposarse. A ti se dirige la promesa de los profetas: “Te desposaré en la fidelidad y tú conocerás al Señor” (Os 2,21 s.). Queriendo prometerte a él, Cristo te envía un servidor: la Palabra inspirada. No puedes desposarte con Cristo sin haberla recibido. (…) Sólo los que saben sacar agua en abundancia de las profundidades de los pozos (…) y tienen un alma que hace todo con paciencia, enteramente disponible y aplicada a ir más profundo para sacar las aguas del conocimiento, sólo esta alma puede conocer las nupcias con Cristo.
Orígenes (c. 185-253)
presbítero y teólogo
Homilías sobre el Génesis (SC 7, Homélies sur la Genèse 10, en : Lire la Bible avec les Pères. La Genèse I, Médiaspaul, 1988), trad. sc©evangelizo.org
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