podríamos percibir la auténtica dignidad de nuestro cuerpo
y su unidad con nuestra alma.
Nuestro cuerpo se torna transparente para Dios.
A través de él exteriorizamos nuestra alma con su anhelo de Dios.
Y nos esperimentamos en otras dimensiones.
En los gestos de la oración somos uno con nosotros mismos,
uno con nuestra alma y con nuestro cuerpo,
pero también uno con Dios.
Y precisamente en esta unidad con Dios
como fundamento de todo ser podemos estar salvos e íntegros."
Anselm Grün
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