lunes, 5 de junio de 2017

Evangelio según San Marcos 12,1-12. 
Jesús se puso a hablarles en parábolas: "Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. A su debido tiempo, envió a un servidor para percibir de los viñadores la parte de los frutos que le correspondía. Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las manos vacías. De nuevo les envió a otro servidor, y a este también lo maltrataron y lo llenaron de ultrajes. Envió a un tercero, y a este lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros. Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último término, pensando: 'Respetarán a mi hijo'. Pero los viñadores se dijeron: 'Este es el heredero: vamos a matarlo y la herencia será nuestra'. Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y entregará la viña a otros. ¿No han leído este pasaje de la Escritura: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?". Entonces buscaban la manera de detener a Jesús, porque comprendían que esta parábola la había dicho por ellos, pero tenían miedo de la multitud. Y dejándolo, se fueron. 

RESONAR DE LA PALABRA

Fernando Prado, cmf.
Saludos, amigos,
Después de Pentecostés, los creyentes, con la fuerza del Espíritu Santo somos capaces de anunciar que Jesús es el Señor. Proclamamos que Dios ha constituido a Jesús en Señor del universo, principio y fin de la historia, horizonte del ser humano.
Dios, que habló a los hombres de múltiples maneras, en esta última etapa de la historia nos ha hablado por medio del Hijo: de Jesús.
Él es el rostro visible del Dios invisible. Es el sacramento del Padre por el cual Dios nos ha mostrado su rostro misericordioso. En él, la Iglesia tiene su reflejo, su modelo y su inspiración única y profunda. Sí, Dios se nos ha dado a conocer en Jesús.
Sin embargo, no siempre los hombres hemos aceptado esta Palabra. En vez de colaborar con el Espíritu, los hombres muchas veces hemos querido ahogar sus planes.
Precisamente los sacerdotes, los escribas y ancianos, los que saben de religión, son los primeros que se resisten a la palabra verdadera. No pocas veces, algunos se han querido apropiar de la viña, controlarla, hacerla propia y gobernarla. Pero la viña es de Dios y por ello, nadie puede frustrar sus planes.
Dios es el más interesado en llevar su plan adelante. Querer matar al mensajero es una tentación pero, en definitiva, el Señor hará su camino, a pesar de las resistencias de los hombres.
El plan de Dios, el Reino, es mucho más grande que nuestros planes. Es un mensaje que no se puede sofocar tan fácilmente. La historia, gracias a Dios, no depende exclusivamente de nosotros. La historia está en sus manos. “Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”. Saber que la obra no es nuestra, sino que es de Dios, nos da tranquilidad a los que a veces nos creemos propietarios de la Viña. Es la viña del Señor y sobre ella, Él tiene la mayor responsabilidad. Lo que nos cabe preguntarnos es si queremos o no ser colaboradores con el Espíritu en la misión, si estamos dispuestos a ceder nuestro lugar y no entorpecer la labor que el Espíritu ya está actuando en la historia.
Pidamos hoy la gracia de ser conscientes de esta verdad: el es el viñador, la viña es suya. Nosotros, siervos inútiles que no hacemos, ni más ni menos, que lo que tenemos que hacer.
Que tengamos un buen día.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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