jueves, 8 de junio de 2017

Evangelio según San Marcos 12,28b-34. 
Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?».Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos". El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios". Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. 


RESONAR DE LA PALABRA

Fernando Prado, cmf.
Saludos, amigos,

El anciano papa emérito Benedicto XVI siempre ha destacado por su sabiduría. Recuerdo de él una expresión que me ha servido para comprender cómo he de situarme ante Dios e interpretar bien ese “Hágase tu voluntad” que tantos quebraderos de cabeza nos trae, sobre todo, cuando la vida se nos complica o no acabamos de comprender los caminos del Señor.
Recuerdo cómo Benedicto XVI habló de que la clave está en buscar un equilibrio, una suerte de comunión de voluntades: “Que tu voluntad, Señor, sea la mía; que mi voluntad, Señor, sea siempre hacer la tuya”.
Sin duda, es todo un programa de vida; una sabia resolución que nos lleva a aceptar la realidad tal cual es y, a su vez, a querer que sea de otra manera, más al estilo de Dios, como Dios la ha soñado, la ha pensado. Con realismo, pero con esperanza. O, si se quiere, con una esperanza realista.
Dios es Dios, nosotros somos criaturas. Él es el Padre, nosotros los hijos. Bien sabemos que la voluntad de un Padre siempre es hacer felices a sus hijos. No malinterpretemos nuestra situación de “asimetría” ante Dios. Nuestra posición es la del hijo respecto al Padre, la del discípulo respecto al Maestro, la del siervo frente a su Rey. Él, y sólo Él, es el Rey del Universo. Nosotros, no somos los Reyes, pero somos, ¡nada menos! que sus hijos. Somos los hijos del Rey del Universo. ¡Qué maravillosa suerte tenemos!¡Qué privilegio inmerecido! Esta dignidad nos hace fuertes.
Pidamos al Señor en este día la gracia de lograr en lo profundo de nuestro agradecido corazón esa “comunión de voluntades” que tanto bien nos puede hacer.
Os deseo, de corazón, lo mejor para esta jornada.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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