sábado, 3 de junio de 2017

Meditación: Juan 21, 20-25


San Carlos Lwanga y Compañeros, mártires

Este es el discípulo que atestigua estas cosas. (Juan 21, 24)

Juan fue un discípulo muy cercano a Jesús. Junto con Pedro y Santiago, estuvo presente cuando el Señor hizo revivir a la niña que había muerto; también cuando Cristo apareció en su gloria celestial con Moisés y Elías en la Transfiguración, y cuando el Señor sufrió su agonía en Getsemaní (Marcos 5, 37-42; 9, 2-8; 14, 32-42). Estas experiencias fueron moldeando la vida del apóstol, no solo exteriormente, sino en lo más profundo de su ser, donde Dios actuaba en su corazón. Así, poniendo sus ideas y los planes de su vida en manos de Jesús, se fue asemejando más al Señor interiormente, de modo que su vida externa también fue tomando la apariencia de la de Cristo.

En el caso nuestro, las experiencias de la vida familiar, la educación, las amistades, la salud física y el trabajo también tienen gran influencia en nuestra conducta y personalidad. Algunas de estas influencias son a veces negativas y nos causan dolor; pero Dios quiere sanarnos. Solo él puede llegar al centro de nuestro ser y transformarnos. El Padre nos invita a seguir a Jesús y compartir su vida divina; nosotros podemos responder pidiéndole al Señor que venga a nuestra vida y nos cambie; pero si dudamos de su amor y de su poder sanador, a veces levantamos una barrera y él no puede llegar a nuestro interior. Es decir, las circunstancias, pecados y errores que cometemos no son obstáculos para el Señor, pero un corazón endurecido e incrédulo sí lo es.

Dios quiere que crezcamos en el amor y la confianza en Jesús, para que así vayamos actuando como él actuaba. Las cuatro prácticas que proponemos a continuación son útiles para mantenerse unidos a Cristo y conocer la voluntad de Dios: Dedicar unos diez minutos al día a rezar, alabar y adorar a Dios en un lugar sin distracciones; hacerse un diario examen de conciencia, arrepentirse de todas las faltas cometidas y pedirle al Espíritu Santo que nos transforme interiormente, y dedicar al menos diez minutos a leer la Escritura cada día. Conviene también leer libros espirituales, como vidas de santos, y participar en la vida sacramental y comunitaria de la parroquia.
“Ven, Espíritu Santo, ayúdame y guíame en todos mis caminos, para que yo sea dócil a tus inspiraciones y siempre haga la voluntad del Padre que está en los cielos.”
Hechos 28, 16-20. 30-31
Salmo 11(10), 4-5. 7

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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