miércoles, 7 de junio de 2017

Meditación: Marcos 12, 18-27


Hoy, en el Evangelio, aparecen los saduceos, que no creen en la resurrección y cuestionan a Jesús haciéndole una pregunta ridícula sobre quién será en el cielo el marido de una mujer que muere después de haberse casado siete veces.

Jesús les explica claramente que están muy equivocados, porque no conocen las Escrituras ni el poder de Dios. El cielo no será como la tierra y las relaciones personales allá no serán como las de este mundo. En el mundo espiritual no existen ni el matrimonio ni los lazos sanguíneos; las relaciones están basadas en el amor desinteresado y la obediencia a Dios, Señor de los vivos.

Los saduceos sólo consideraban auténticos los cinco primeros libros de la Biblia, por eso Jesús les respondió citando las palabras de Dios a Moisés: “Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”. Era obvio que Dios nombraba a estos patriarcas dando a entender que ellos todavía estaban vivos. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos; es decir, de los que él ha vivificado comunicándoles su eterno Espíritu Santo.

Los saduceos no habían logrado comprender un misterio que estaba oculto en el corazón mismo de la Escritura: que Dios, mediante su alianza con su pueblo, había prometido comunicar la vida divina a sus hijos y el Señor cumple con absoluta fidelidad todas sus promesas. En efecto, Dios tiene un plan espléndido para la humanidad, en el que se nos revelan las profundidades de su sabiduría y su misericordia. Entregando a su Hijo al sacrificio redentor por el pecado de los seres humanos, el Padre abrió el camino para que hombres y mujeres recibieran la herencia que les había prometido.

Los saduceos leían cuidadosamente las Escrituras, pero no lograban percibir la vida que allí había oculta, porque su corazón estaba cerrado a la revelación del amor de Dios, que tenían a su alcance a través de su palabra. No cometamos nosotros el mismo error; leamos la Escritura cada día con el corazón dispuesto a recibir la revelación personal de Dios. ¡Que no pase un día sin buscar la presencia del Dios vivo! Así recibiremos poder y la capacidad de vivir como hombres y mujeres que han pasado de la muerte a la vida.
“Espíritu Santo, Señor, ilumina mi corazón y mi mente, para que las Sagradas Escrituras cobren vida para mí, y fortalece mi esperanza en la vida eterna que Dios ha preparado para todos sus fieles.”
Tobías 3, 1-11. 16-17
Salmo 25(24), 2-9

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario