jueves, 8 de junio de 2017

Meditación: Marcos 12, 28-34


Cuando el escriba le preguntó cuál era el mandamiento más importante, el Señor respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas… Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12, 30), resumiendo así los Diez Mandamientos en solo dos y enseñando que el amor es el alma de la vida espiritual.

Con su explicación, Jesús estaba interpretando correctamente la Ley de Dios, y el escriba maravillado así lo reconoce añadiendo que el amor es más importante que cualquier ofrenda ritual, lo que le mereció la felicitación del Señor: “No estás lejos del Reino de Dios,” es decir, “estás cerca del Reino”, pero, ¡sólo cerca! ¿Qué sucedió después? ¿Siguió a Jesús el escriba? ¿Se hizo la pregunta: “Si estoy cerca, ¿qué tengo que hacer para entrar de lleno?” Ahora bien, tú y yo, ¿estamos “cerca” del Reino? ¿Estamos cumpliendo el mandamiento del amor? ¿Qué más nos falta?

Si queremos tener la seguridad de que entraremos al Reino, debemos adoptar el amor a Dios y al prójimo como norma de nuestra vida. Pero este amor no es solo el sentimiento de cariño que podamos sentir o no sentir, sino la decisión consciente de cumplir la voluntad y los mandatos de Dios, que nos ama con amor eterno y por cuya gracia podemos amarnos los unos a otros. El amor humano es incapaz de perdonar constantemente las ofensas y sacrificarse una y otra vez por el necesitado; solo el amor de Dios puede hacerlo en nosotros.

El Señor sabe que, incluso con su gracia, nos cuesta amar de esa forma, por eso quiere purificarnos y librarnos de todo lo que nos impide amar, especialmente el egoísmo arraigado, que nos lleva a creernos justos y guardar resentimientos. Pero si somos dóciles a las mociones del Espíritu Santo, él nos puede revelar interiormente el amor de Dios y capacitarnos para amar incluso a nuestros enemigos. ¿Qué significa amar al enemigo? Esencialmente, no desearle mal ni buscar venganza, y más bien ayudarle en el momento de necesidad. Esto no lo podemos hacer si no es por la gracia que Dios nos confiere. Pero la decisión de hacerlo depende de ti. Si quieres cumplir la Palabra de Dios, decídete a hacerlo, y Dios te concederá la gracia necesaria.
“Padre eterno, concédenos tu luz para conocer nuestras propias virtudes y defectos y arrepentirnos de corazón; así estaremos mejor dispuestos a recibir tu amor y tu gracia y seguir tus pasos por el camino del amor.”
Tobías 6, 10-11; 7, 1. 9-17; 8, 4-9
Salmo 128(127), 1-5

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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