domingo, 9 de julio de 2017

Es Dios quien guía mi vida.

“Me di cuenta que es Dios quien guía mi vida. En ese momento tuve un despertar espiritual. En un mes y medio empecé a sentir cómo Dios actuaba en mi vida, lo conocí palpable. En el centro de rehabilitación aprendí a escuchar su mensaje. Ahora mi decisión fue encontrarme con Dios dándome cuenta que quiere algo diferente para mí. Vi a Dios tocar a mi puerta y me di cuenta que mi familia necesita también tener a Dios. Se hizo la casa de oración en mi hogar. Me sentí, y me siento, tocado por el Espíritu Santo. Ver a mi esposa embarazada, alabando a Dios fue algo maravilloso. Nos integramos a una pequeña comunidad. Nada ni nadie, ni los problemas, me alejan de Dios, al contrario me acerco más, porque Él estuvo conmigo en los malos momentos”
9 de julio de 2017

Después de haber consumido otro tipo de drogas, Rubén Padilla, de 29 años de edad, que vive en Ciudad Juárez (México), se encontró con el “cristal”, sustancia que lo estaba llevando a una muerte lenta.

Sin embargo, Dios le dio la oportunidad de darse cuenta a tiempo y buscar apoyo en sus padres y en Dios mismo. Así, después de un proceso de rehabilitación y de un encuentro personal con Dios, Rubén hoy da su testimonio, con la intención de que otros jóvenes se vean beneficiado y eviten caer en la adicción a las drogas, especialmente al cristal. 








Iniciación a los 15 años probando alcohol y dejando a Dios de lado

Llegar al “cristal”, fue parte del camino que siguió Rubén en las adicciones. El joven rehabilitado explica que inició a los 15 años probando alcohol, y aunque reconoce que ya había conocido a Dios y sabía de las luchas espirituales a las que se enfrenta el ser humano, decidió tomar el mal camino.

“Después de la muerte de mi abuelita decidí negarme a Dios. Eso cambio mi vida hacia otro camino. Empecé a tomar y de ahí vinieron otras cosas: la marihuana, después la cocaína, la piedra. Dejaba una sustancia por otra hasta que el año pasado conocí el “cristal” y duré un año con esa adicción”, comparte Rubén.

Añadió que a los 18 años se casó y las consecuencias de sus adicciones las sufrió su familia, hasta que en septiembre del año pasado inició lo que fue su cuarto proceso de rehabilitación.

“La primera vez entré a rehabilitación por alcohol y marihuana; la segunda por cocaína y piedra; la tercera por vagancia, y esta vez por “cristal”. En esta adicción sentí quererme morir”, afirma. 

Su adicción al “cristal” con graves consecuencias

“Inicié con el “cristal” por una depresión. Tenía un buen trabajo en El Paso y perdí mi visa. Después de tener mucho dinero ya no tenía nada. Entré en depresión y lo quise ocultar con una sustancia para sentirme bien. Cuando la probé se me hizo barata y me daba energía al principio y con esa razón la use para sacarle un beneficio”, recuerda.

Rubén añade que investigó todo sobre la sustancia pero se enfocó a lo“positivo” sin dar crédito a lo negativo. Pero al consumirla, la droga comenzó a hacer estragos en su cuerpo y su mente.

“Empecé primeramente a adelgazar hasta pesar 60 kilos. No dormía. Después de medio año de consumo comencé a escuchar voces, sentía que todos estaban contra mí. Quise dejar la sustancia, pero como soy músico, cantaba para personas que me daban la droga por unas canciones. Era un círculo en el que no veía salida. Me estaba resignando a morir de esa forma”, expresa.

Un año de consumo del cristal dejó en Rubén desgaste en los dientes y mal aliento, aunque comparte que vio a sus amigos perder los dientes y con la piel carcomida.

“Cada mañana despertaba y la consumía. Me dolían los huesos, mi sistema digestivo estaba hecho un desastre. No comía, me descalcifiqué mucho y aún me duelen los huesos. Al momento de escuchar esas voces me di cuenta que era algo fuerte, algo criminal que estaba haciendo con mi vida, pues me di cuenta que empecé a alucinar”, recordó el entrevistado. 

Dios como guía de la vida

Rubén quiso dejar su adicción por su propia voluntad y habló con sus papás. Dejó de consumir la droga durante un mes para buscar un embarazo con su esposa.

“Necesitaba una chispa que llenara mi vida, quería tener otro hijo que me inyectara esas ganas de salir adelante, pero no llegaba el embarazo, entonces pensé que era un castigo de Dios y mi rencor se hacía más grande”, comparte.

Finalmente fue llevado a un centro de rehabilitación y al mes, en la primera visita, cuando había decidido dejar a su esposa para que fuera feliz, le dieron la noticia de que sería papá.“Me di cuenta que es Dios quien guía mi vida. En ese momento tuve un despertar espiritual. En un mes y medio empecé a sentir cómo Dios actuaba en mi vida, lo conocí palpable. En el centro de rehabilitación aprendí a escuchar su mensaje. Ahora mi decisión fue encontrarme con Dios dándome cuenta que quiere algo diferente para mí”, dice convencido.

Se instala en su casa una casa de oración

En enero de este año Rubén salió del centro de rehabilitación reconociendo las maravillas de Dios en su vida, y en marzo, un grupo de misioneros llegaron a su casa para preguntarle si permitía que en su casa se instalara una casa de oración.

“Vi a Dios tocar a mi puerta y me di cuenta que mi familia necesita también tener a Dios. Se hizo la casa de oración en mi hogar y cuatro días fue la hermana Angélica con el coro de niños y como soy músico, me tocó de una manera personal. Me invitaron a formar parte de uno de los coros y acepté”,explica.

Después de las casas de oración, Rubén y su esposa asistieron al retiro de evangelización el cualvivió plenamente.

“Me sentí, y me siento, tocado por el Espíritu Santo. Ver a mi esposa embarazada, alabando a Dios fue algo maravilloso. Nos integramos a una pequeña comunidad, y aunque antes lo habíamos intentado, siento que este es nuestro tiempo y nada ni nadie, ni los problemas, me alejan de Dios, al contrario me acerco más, porque Él estuvo conmigo en los malos momentos”,dice agradecido.

Rubén hoy reconoce que consumir “cristal” fue una manera de buscar suicidarse lentamente, pero hoy sabe que la única vitamina para contrarrestar cualquier adicción es Dios. Por eso sigue participando en el Anexo del centro de rehabilitación que lo atendió, dando su testimonio a otros adictos.

Además, se mantiene activo en la pequeña comunidad, seguro de que es Dios quien lo sostiene firme para no regresar a las adicciones.

“Le debo mucho a Dios por lo que me ha dado. Él me da la fuerza y dejo que haga su voluntad en mí. Busco que mi esposa vea a Dios como yo lo veo, palpable en cada momento, en cada instante”.

Rubén quiso por este medio dejar en los jóvenes el mensaje de que busquen hacer todas las cosas con amor.

“Consumir una sustancia adictiva no es de Dios, es no quererse a uno mismo. Hay que tener fortaleza espiritual. Para todo hay tiempo, menos para pensar cosas ociosas. Las cosas deben hacerse con humildad, con amor, con respeto. Los invito a que hagan todo con amor en su vida, con el amor de Dios”, finaliza.

Testimonio compartido por Ciudad Redonda

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