sábado, 8 de julio de 2017

Meditación: Mateo 9, 14-17


Cuando se trata de bodas, las tradiciones de cualquier parte del mundo privilegian la presencia del novio y la novia.

En Malasia, la pareja recibe un tratamiento de honor cuando los invitados la llevan en andas en una plataforma. En las bodas ortodoxas rusas les entregan coronas a la feliz pareja para la celebración. Y en cada caso hay manjares especiales, decoraciones y atuendos de gala propios de la dignidad del festejo.

Es lógico que estas felices ocasiones sean llenas de elementos de celebración, pues la idea es felicitar a los novios y compartir en su dicha. Esto era lo que Jesús quería explicar cuando los discípulos de Juan el Bautista le preguntaron sobre el ayuno. Estar en su presencia debía ser una ocasión para celebrar, no para ayunar.

¡Claro que sí! Pensemos en que nosotros “celebramos los sacramentos.” Efectivamente son ocasiones de celebración, por lo que hay que darles un tratamiento de honor. Todos sabemos que la santa Misa es una celebración, como también lo son, naturalmente, una boda o una ordenación sacerdotal. Pero ¿qué pasa con la Confesión? ¿Y el Sacramento de la Unción de los Enfermos? ¿Son en realidad acontecimientos alegres?

¡Claro que sí! Cada vez que tú vas al confesionario, Jesús te espera allí con los brazos abiertos, preparado para darte la bienvenida. Y no sólo Jesús, también se alegran todos los ángeles del cielo. Y cada vez que el sacerdote unge a alguien, se derrama el poder curativo de Jesús, su poder consolador y tranquilizador, para restaurar y fortalecer. ¿Cómo no honrar estos momentos tan especiales?

Es cierto que la vida no siempre parece una celebración, porque la transformación de nuestros hábitos para adoptar la nueva vida en Cristo puede ser difícil. Incluso admitir nuestros pecados, tal vez por centésima vez, puede hacernos experimentar un “bajón” emocional. Pero esos son los momentos en que precisamente tenemos que fijar la mirada en la celebración que acontece en el cielo.

Así pues, trata de llenarte de gozo cuando recibas un sacramento y sobre todo la Confesión. Vístete con una tenida especial para la ocasión y después te vas a comer un postre. ¡Acabas de recibir a Jesús, el invitado de honor!
“Jesús, mi Salvador, quiero darte la bienvenida en mi corazón hoy. Concédeme, Señor, un espíritu alegre en tu presencia.”
Génesis 27, 1-5. 15-29
Salmo 135(134), 1-6

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario