Hoy vemos que el Señor sanaba a las personas que se acercaban a él con fe.
Estas curaciones añaden una dimensión adicional a nuestro entendimiento del Mesías. A un nivel muy básico, vemos que Cristo ama a todas las personas, incluso a los postergados de la sociedad. También vemos que si creemos que Jesús es el Mesías de Dios, podemos acercarnos y acogernos a él.
La hija del jefe de la sinagoga y la mujer enferma de hemorragias eran personas totalmente marginadas de la sociedad. Primero, las dos eran mujeres, que en las culturas semíticas no contaban para mucho; además, la niña no tenía importancia alguna porque era menor y aún vivía en la casa paterna.
La mujer con hemorragia tampoco tenía privilegio alguno, porque su enfermedad le hacía permanentemente impura según la ley judaica (Levítico 15, 25-30). El hecho de que Jesús curara a una mujer y reviviera a otra —personas que no tenían importancia alguna en la sociedad— es clara evidencia de que los valores del Señor en cuanto a quiénes son importantes son muy diferentes de los del mundo.
En estos relatos, vale la pena destacar que, aparte de la importancia que el Señor atribuía a los postergados y los menos privilegiados, la curación que recibieron las dos mujeres dependió también de la fe con que el padre, en el caso de la niña, y la propia enferma acudieron a Jesús. Los dos lo hicieron con la plena certeza de que Jesús no era un mero mortal y que él tenía acceso al poder de Dios.
Es cierto que se acercaron a Cristo por el interés de obtener algo muy urgente, pero eso no desmerece el hecho de que antes de acudir al Señor creyeron que él era realmente el enviado de Dios para salvar a su pueblo.
Jesús es el Mesías de la acción, que ofrece su vida a todo el que se acerca a él con fe y humildad. ¿Lo has hecho tú hermano? ¿Conoces alguien que no lo haya hecho? Ve si alguien está enfermo o tiene una urgente necesidad, y ofrécete a orar por esa persona. Tal vez se abra la puerta de su corazón y el Señor pueda entrar a salvarla.
“Señor Jesús, tú eres el Mesías de Dios que da vida a todos los de tu pueblo, por grandes o pequeños que sean. Confío en tu promesa y me acojo a ti con toda mi fe.”Génesis 28, 10-22
Salmo 91(90), 1-4. 14-15
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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