viernes, 7 de julio de 2017

Meditación: Mateo 9, 9-13


“¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?” (Mateo 9, 11)

Casi todos nos quejamos de los impuestos que tenemos que pagar por diversas razones, pero sería un error pensar que esta era la razón por la cual la gente odiaba a los recaudadores de impuestos en el tiempo de Jesús. Quizás un poco de historia reciente nos ayude a entender.

Cuando las ciudades ocupadas por los nazis fueron liberadas durante la Segunda Guerra Mundial, muchos civiles atacaron, a veces con violencia, a cualquier vecino de quien se sospechara que había colaborado con el enemigo. A muchas mujeres que habían tenido amoríos con los soldados invasores les afeitaron la cabeza, y a los hombres que consideraron traidores los golpearon brutalmente, los encarcelaron o los ejecutaron.

La cólera colectiva explota en cualquier pueblo que se siente herido por la traición, y en el Israel antiguo sucedía lo mismo. Los recaudadores de impuestos eran traidores que se beneficiaban de la opresión romana; además, los impuestos que cobraban financiaban la profanación de la nación santa de Dios. Como contaban con el apoyo militar romano, extorsionaban a sus propios hermanos en beneficio personal. ¡Con razón los odiaban!

Con todo, el Señor optó por pasar tiempo con esta gente. Pero no por descuido, sino por el deseo de darles a conocer la salvación que él venía a traer a todo el pueblo, y para eso lo que hizo fue fijarse en uno de ellos, Mateo, sabiendo que si conseguía su atención, él le ayudaría a llegar a otros.

¡Así es la misericordia de Dios! Jesús sabía reconocer cuáles eran los verdaderos marginados, los que no merecían compasión y no sólo los amaba, sino que los llamaba a integrar su equipo. Lo que buscaba no era venganza, sino compañeros, amigos, aliados. Y no esperaba a que ellos se arrepintieran y cambiaran de vida; no, comía con los pecadores mientras ellos todavía estaban causando grandes daños a los demás.

Dedica algún tiempo hoy en oración, querido hermano, simplemente a reflexionar sobre esto, y deja que la enorme sorpresa de la misericordia de Dios te llene de gozo. Convéncete de que el mismo amor que Jesús les demostró a esos cobradores de impuestos es un amor que siempre vence al odio, el mismo amor con que te ama a ti.
“Amado Jesucristo, Señor mío, tu misericordia me deja anonadado. Gracias, Señor, por buscarme e invitarme a tu mesa.”
Génesis 23, 1-4. 19; 24, 1-8. 62-67
Salmo 106(105), 1-5

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario