jueves, 14 de septiembre de 2017

Meditación: Juan 3, 13-17


La Exaltación de la Santa Cruz

Hoy exaltamos la cruz de Cristo porque ahí es donde el cielo llegó a la tierra. Su forma es tan simple: sólo dos líneas que se cruzan, pero encierra el mensaje de un amor tan abnegado y compasivo que se puede aplicar a cualquier parte de la vida humana.

Dios quiso que la cruz fuera una señal para todo creyente, un estandarte de amor capaz de llegar a todo el universo (Juan 3, 16). En efecto, el Señor anhela que todo el mundo se reúna bajo esta señal. Pero, al mismo tiempo, celebramos la naturaleza intensamente personal de la cruz. Jesús fue crucificado en ella personalmente para ti, y él quiere que este acto de amor que todo lo abarca llene cada célula de tu ser; porque toda tu persona, de la cabeza al corazón, y todo lo que hay entre ellos, puede recibir el toque del cielo y de su gracia.

Todo esto parece muy hermoso, pero también teórico. Es decir, ¿qué puedo hacer yo en concreto para que el cielo llegue a cada rincón de mi vida? Sobre esto, veamos el caso de los israelitas en la primera lectura de hoy. En el desierto, cuando ellos mantenían la vista fija en la serpiente de bronce no morían cuando las víboras los mordían. Por eso, lo primero que puedes hacer es comenzar a levantar la cruz en tu imaginación, donde Cristo crucificado entrega su vida por ti y por el mundo entero, y piensa en el extraordinario amor y la bondad de Dios que allí se ve. Si mantienes la mirada fija en la cruz, la gracia fluirá en ti y la paz invadirá tu corazón.

La cruz es la más grande señal de la victoria del Señor sobre el pecado y la muerte, y en ella vemos que Dios ama tanto a sus criaturas que estuvo dispuesto a salvar a sus hijos pecadores, incluso después de que éstos le habían desobedecido y rechazado. Hoy día glorificamos a Dios con regocijo y agradecimiento, por el excelso regalo de la salvación, y por haber traído el cielo a la tierra mediante la Santa Cruz.

Te adoramos, Cristo Jesús, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Oh, Jesús mío, por la amargura que sufriste por mí en la Santa Cruz, principalmente cuando tu alma tan sagrada se separó de tu cuerpo, ten piedad de mi alma cuando ella se separe del mío.”
Números 21, 4-9
Salmo 78(77), 1-2. 34-38
Filipenses 2, 6-11

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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