Santos Cornelio, papa y Cipriano, obispo, mártires
“Dime con quién andas y te diré quién eres.” Este refrán es muy cierto y tiene bastante en común con el Evangelio de hoy. Cómo y dónde estés tú plantado determinará la manera como crecerás y la calidad de los frutos que darás en la vida.
Todos recibimos un cierto grado de apoyo y nutrición emocional y espiritual de aquellos con quienes conversamos a menudo y, por lo tanto, nuestras palabras y acciones reflejan su influencia. Y por extensión, esto lo podemos aplicar también a la vida familiar.
Más que nadie, los padres son la primera fuente de desarrollo y formación de sus hijos y la más influyente. El hogar es el “terreno” donde ellos echarán raíces, el suelo que más probablemente condicionará el tipo de fruto que ellos den.
Se desprende, entonces, que aquellos padres que estén bien arraigados en Cristo darán como fruto hijos que se conocerán perfectamente a sí mismos y que estarán abiertos al Señor. Entonces la pregunta es: “¿Cómo hago yo para darles a mis hijos un buen fundamento en el Señor?”
Basta con una respuesta sencilla. A veces, las cosas más simples son las más eficaces. Por ejemplo, deja que tus hijos te vean leyendo la Biblia y orando, y de vez en cuando comparte con ellos algo de lo que crees que el Señor te dijo en la oración. Por tus propias obras de misericordia, demuéstrales que el perdonar trae consigo vida y salud. Incluso algo tan insignificante como decirle a uno de ellos “te perdono” en lugar de “está bien” tiene un efecto poderoso.
Recuerda que el objetivo es que los hijos se sientan seguros en la protección del Señor, y eso sucede cuando los padres logran crear un ambiente de amor, comprensión y servicio en el hogar. Cuando los hijos comienzan a mirar al mundo más allá de la familia, sin duda procurarán encontrar personas o situaciones que continúen alentando el crecimiento que comenzó durante su crianza y adolescencia. También es posible que intenten tomar otros caminos, pero siempre sabrán qué es aquello que realmente es capaz de generar la salud y la paz que anhelan. Ten, pues, la seguridad de que el empeño y el amor que pongas para formar y evangelizar a tus hijos los acompañarán donde quiera que vayan.
“Padre eterno, te pido de todo corazón que me ayudes a hacer brillar la luz de tu buena noticia en mi hogar.”1 Timoteo 1, 15-17
Salmo 113(112), 1-7
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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