¡He aquí cuán irracional es la comisión del pecado! Verdaderamente, el pecado del hombre llega mucho más lejos que su propio pensamiento.
Cada pecado es un ataque en contra de Dios. Todos los dardos (de tus pecados) que lanzas contra los demás o contra ti mismo, llegan precisamente hasta Dios.
Así como una flecha atraviesa la niebla y se detiene al alcanzar el tronco de un árbol, de la misma forma tus flechas atraviesan todos los cuerpos, todas las almas y el universo entero, cual si fueran neblina, hasta detenerse en el Árbol de la Vida, en Dios.
Y el dardo de tu pecado se queda en Dios, en tanto que la herida se forma en tu corazón. Y mientras no se saque ese dardo de Dios, la herida de tu corazón no podrá sanar. Quien pueda sacar esa flecha de Dios, podrá sanar también la herida de tu corazón.
Sin embargo, ¿quién puede hacerlo? Ni se te ocurra pensar que lo puedes hacer tú solo, porque si el aquel dardo partió de ti, ya no es posible que lo atrapes al vuelo. De hecho, ni siquiera sabes en dónde ha caído ni cómo sacarlo. Y es que se ha insertado en lo profundo del ser de Dios.
Y ni siquiera cien años de contrición, de ayuno y oración, de pureza y de trabajo en las virtudes, o de renunciar al deseo de vivir (con alegría) podrían extraer aquella flecha y sanar la herida.
¡He aquí cuán irracional es la comisión del pecado! Verdaderamente, el pecado del hombre llega mucho más lejos que su propio pensamiento.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Gânduri despre bine și rău, Ed. Predania, București, 2009, p. 119)
Fuente Doxologia
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