San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir
¿Acaso el que hizo lo exterior no hizo también lo interior? (Lucas 11, 40)
Lo que Jesús hacía y decía era causa de gran controversia entre los devotos judíos porque no siempre observaba las tradiciones religiosas de sus días. Por ejemplo, los judíos estaban obligados a cumplir un complicado código de conducta para mantenerse ritualmente puros, pero Jesús y sus discípulos no siempre realizaban los lavamientos ceremoniales que eran tradicionales antes de las comidas (Lucas 11, 38). El Señor no cumplía estas prácticas para enseñar que, para la fe, lo realmente esencial era otra cosa.
Las reglas religiosas habían pasado a ser algo tan engorroso que la gente se olvidaba de la esencia misma de la religión auténtica. Por ejemplo, era permitido que una persona hiciera su ofrenda de dinero a Dios y supuestamente eso lo eximía de su obligación de ayudar al sustento de sus padres, sobre todo siendo éstos ancianos y necesitados. Jesús enseñó que la práctica religiosa no es un fin en sí misma, sino el fruto del amor a Dios y al prójimo (Lucas 6, 1-11).
Jesús se preocupaba de los pobres, los pecadores, los marginados, las viudas, los extranjeros y los enfermos, y enseñaba que el mandamiento más grande de la ley es amar a Dios y al prójimo con todo el corazón, porque de esta forma se cumple la Ley. Por ende, las obras de caridad demuestran que una persona está cerca de Dios. Para Lucas, el dar limosna era una parte esencial de la vida cristiana y un reflejo de la verdadera condición del corazón.
Esta reflexión sobre las palabras de Jesús denota que el evangelista se preocupaba mucho por los pobres. Lucas dirigió su evangelio al pueblo predominantemente no judío y próspero que residía en la ciudad, y quería que esta gente se interesara en ayudar a los enfermos y necesitados, tal como lo había hecho Cristo.
En efecto, un corazón dócil transmite el amor de Dios cuando actúa con caridad y compasión y comunica el mensaje del Evangelio. La verdadera religión se manifiesta en el amor, el servicio y la ayuda al prójimo. Nuestras obras de caridad son un buen reflejo de la religión auténtica cuando las hacemos especialmente para la gloria de Dios.
“Señor Jesús, te pido que me enseñes a amar a mi prójimo, sobre todo a los que viven conmigo, así como a los desamparados y necesitados.”
Romanos 1, 16-25
Salmo 19(18), 2-5
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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