jueves, 12 de octubre de 2017

Meditación: Lucas 11, 5-13

"¿Cuánto más el Padre celestial les dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?" (Lucas 11, 13)





















En 1963, cuando el Papa San Juan XXIII inauguró el Concilio Vaticano II, los obispos de todo el mundo se congregaron durante los cuatro años siguientes para dialogar sobre cómo se podía anunciar el Evangelio a la sociedad moderna. El mundo había cambiado enormemente en el siglo transcurrido desde el Concilio Vaticano I y el Papa consideró que la Iglesia necesitaba una renovación.

Los Padres del Concilio vieron que se debían modificar las antiguas fórmulas del cristianismo y actualizar los métodos que venían usándose durante siglos, de modo que el glorioso mensaje del Evangelio volviera a brillar con su natural luz esplendorosa en medio de la oscuridad. En su discurso inaugural del Concilio, San Juan XXIII puntualizó: “Una cosa es la sustancia de la antigua doctrina, del ‘depósito de la fe’, y otra es la manera de formular su expresión.”

El “Papa Bueno” quiso abrir las puertas de la Iglesia para que entrara un nuevo soplo del Espíritu Santo, y para que la gente del mundo pudiera entrar y mirar dentro de la Iglesia y admirar la belleza de su enseñanza. También quiso que cuantos trabajaban dentro de la Iglesia salieran por aquellas puertas para encontrarse con el mundo con valentía y confianza en el Espíritu Santo. Quiso que los creyentes proclamaran que Jesucristo, nuestro Salvador, está con sus fieles en cada circunstancia, ofreciéndoles su fuerza, su sabiduría y su poder sanador.

Dios no está limitado a las catedrales, las iglesias y los santuarios, afirmó el Papa; Dios está con sus hijos en el trabajo y en la casa, dondequiera que vayamos, preparado para elevarnos a su presencia. Día a día, Jesús viene ante la puerta de nuestro corazón y nos pide que lo dejemos entrar para actuar en nosotros y con nosotros (Apocalipsis 3, 20).

Las enseñanzas del Concilio Vaticano II son tan actuales y aplicables hoy como lo fueron hace 50 años. Por tal razón, comprometámonos a llevar el mensaje del Evangelio a todas las personas que conozcamos, dándoles a conocer la buena noticia que alivia las conciencias culpables, da esperanza al oprimido y produce milagros en los que creen.
“Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu creador y renueva la faz de la tierra.”
Malaquías 3, 13-20
Salmo 1, 1-4. 6

Fuente del Comentario Devocionario la Palabra con nosotros

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