miércoles, 18 de octubre de 2017

Reconocer la realidad que nos habita

Muchas veces ocurre que nos sentimos usurpados en nuestra identidad. Sin comprender del todo cómo sucede, hay momentos en los que sentimos que nuestro modo de actuar contradice lo que somos. Lo que creo que soy, quien creo ser, la conciencia que tengo de quién soy, se desdibuja.
Los deseos son colonizados por otros intereses, los pensamientos secuestrados por ideas ajenas, los sentidos atontados y la voluntad limitada hasta el extremo de sentirnos que no somos nosotros quienes vivimos. El apóstol Pablo tuvo esta experiencia y lo expresó de dos maneras. En una de ellas dice: «Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico» (Rm 7, 19). En otra ocasión, expresa esta experiencia, pero de manera opuesta: «Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí». (Gál 2, 20). Somos esta dualidad, pero elegimos ser quién queremos ser. Debemos estar atento a que la cizaña no quite terreno al trigo que brota en nuestro interior.
Hay personas en el que su ego, ávido de ser reconocido, valorado, aceptado, hace de ellos una caricatura. Se mueven como marionetas acomodándose a lo que los demás esperan, desean o exigen de ellos. Toman senderos por los que el alma queda enredada. La vitalidad se les derrama en lugar de desplegarse. Este sutil mecanismo, inconsciente, falsifica quiénes somos en realidad.
Somos hijos que terminan viviendo como huérfanos. Somos hombres y mujeres con una casa que terminan viviendo a la intemperie. Somos personas que tenemos uno brazos paternos/maternos que esperan recibirnos, pero vivimos padeciendo el frío de la soledad.
Javier Rojas, SJ 
Director Regional
de la Red Mundial de Oración del Papa
Argentina-Uruguay-Paraguay
Fuente Click to pray

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