lunes, 18 de abril de 2016

Meditación: Juan 10, 1-10

Piense en lo maravilloso que es nuestro Padre celestial. Su Hijo tomó carne humana para salvarnos y, por voluntad de Dios, tuvo que sufrir terriblemente, porque era la única manera de reconciliarnos con el Padre y para que recibiéramos la vida eterna.

Esta vida abundante es gozosa, plena, indestructible y cierta incluso frente a las incertidumbres del mundo. Es nuestra desde ahora y lo será eternamente mientras nos entreguemos en manos de nuestro Buen Pastor.

¿Cómo podría describirse de un modo más adecuado el amor, el cuidado y la protección de Dios para su pueblo que con la figura de un pastor? Jesús es el Buen Pastor que Dios mandó a guiar a su pueblo peregrino.

El Señor vino para que todos tuviéramos vida en abundancia. Si bien este mundo presenta muchas maneras de recibir un tipo de “vida” que invariablemente nos lleva nada más que al egocentrismo y que finalmente sólo nos causa desaliento y decepción, Jesús nos ofrece una vida eterna que nos da una entrada segura a la vida divina de la propia Santísima Trinidad.

Jesús, el Buen Pastor, supo enfrentar, con valentía y entereza, la vida y la muerte, elementos esenciales del sacrificio que culminó en su crucifixión. Él fue el verdadero Pastor que entregó su vida por nosotros; porque su amor es personal e íntimo, y porque nos llama a cada uno por nuestro nombre. Por amor, salió a buscar a la oveja descarriada y se alegró cuando la encontró. Cuando salgan los falsos redentores a ofrecer sus propios caminos y soluciones, los que tienen hambre de la vida verdadera reconocerán la voz del Buen Pastor.

Cristo desea que lo conozcamos tal como él nos conoce a cada uno, es decir, en forma personal; por eso, en su oración de hoy, aquiete el corazón y trate de escuchar la voz del Señor. A veces es útil escuchar una suave música de meditación o leer unos salmos en voz alta para disipar cualquier distracción. Pídale al Espíritu Santo que le haga entrar en la presencia de Cristo y que la voz del Señor sea como un dulce bálsamo sobre las asperezas de su vida.
“Señor, Pastor y Salvador mío, quiero recibir tu gracia para rechazar el pecado mientras camino hacia ti, porque no sólo me conduces a la vida abundante, sino que también eres la puerta y el camino para entrar en esa vida.”
Hechos 11, 1-18
Salmo 42(41), 2-3; 43(42), 3-4
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario