lunes, 18 de abril de 2016

Comprendiendo La Palabra

“He venido para que los hombres tengan vida, y la tengan en abundancia”

    Enfermos, tenemos necesidad de un Salvador; extraviados, de aquél que nos conducirá; sedientos, de la fuente de agua viva; muertos, tenemos necesidad da vida; ovejas, de pastor; niños, de educador: y toda la humanidad tiene necesidad de Jesús…

    Si queréis, podemos comprender la suprema sabiduría del santísimo pastor y educador, que es el Todopoderoso y el Verbo del Padre, cuando se sirve de una alegoría y se llama a sí mismo el pastor de las ovejas; pero él es también el educador de los más pequeños. Por eso, por medio de Ezequiel, se dirige largamente a los ancianos y les da ejemplo de su solicitud: “Buscaré las ovejas perdidas, haré volver a las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas; a las gordas y fuertes las guardaré, y las apacentaré debidamente en mi monte santo” (Ez 34,16). Sí, maestro, condúcenos a los grandes pastos de tu justicia. Sí, tú, nuestro educador, sé nuestro pastor que nos lleva a tu montaña santa, hasta la Iglesia que se eleva por encima de las nubes, que toca los cielos. “Yo mismo apacentaré a mis ovejas, dice, y yo mismo las haré sestear” (Ez 34,14). Quiere salvar mi carne revistiéndola de la túnica de incorruptibilidad… “Me llamarán, dice, y yo diré: Aquí estoy” (Is 58,9)…

    Así es nuestro educador; es bueno con justicia. “No he venido para ser servido, dice, sino para servir” (Mt 20,28). Por eso en el Evangelio lo vemos cansado (Jn 4,5), él, que se cansa por nosotros y promete “dar su vida en rescate por todos” (Mt 20,28). Afirma que sólo el buen pastor actúa así. ¡Qué donador tan magnífico, que da por nosotros lo más grande que tiene: su vida! ¡Qué bienhechor, amigo de los hombres, que ha preferido ser su hermano primero que su Señor! Ha puesto en juego toda su bondad, hasta morir por nosotros.

San Clemente de Alejandría (150-c. 215), teólogo 
El Pedagogo, 9,83s

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