domingo, 24 de abril de 2016

Meditación: Juan 13, 31-35



El amor de Dios es capaz de transformar el mundo. Este es el amor que fluye entre nosotros cuando unos y otros ponemos la vida al servicio del prójimo. Si elevamos el corazón al cielo en la oración meditada, estudiamos seriamente la Sagrada Escritura y recibimos a Jesús en la Sagrada Eucaristía, podemos llegar a conocer íntimamente el amor de Dios.

Jesús nos manda amar de la misma forma completa y total como él nos ama. Cuando aceptamos su amor, recibimos también el poder para darlo gratuitamente a los demás, y cuando comunicamos el amor que hemos recibido, nos hacemos colaboradores en el trabajo del Espíritu, cuya misión es llevar a todo el mundo a Cristo Jesús. Así, teniendo parte en el amor divino, podemos ayudar a propagar por todas partes la vida de la gracia y la buena noticia de la salvación.

El amor que recibimos por ser hijos de Dios es tan dinámico que escapa a nuestra comprensión humana. ¡Cuánto nos ama el Padre! “Dios mismo estará con ellos como su Dios [y] secará todas las lágrimas” de nuestros ojos (Apocalipsis 21, 4). ¿Qué más podemos pedir? ¿Qué otra cosa hay tan sublime como la vivencia del amor de Dios? Los apóstoles conocían este amor y se dedicaron a predicar acerca de Jesús, entregando su vida para la salvación de muchos otros.

En efecto, lo que nos distingue como hijos de Dios es el amor con que tratamos a los demás; no los privilegios sociales, el poder, la influencia, y ni siquiera una conducta perfecta. Cuando nos amamos los unos a los otros, nos vamos pareciendo a Jesús. Estemos, pues, dispuestos a tratar a los demás con la misma caridad y bondad, para que el amor de Cristo fluya entre los creyentes, incluso cuando nos enfrentemos al rechazo o la persecución. En todas estas cosas nos vamos asemejando a Jesús, la más grande fuente de amor que jamás ha conocido el mundo.
“Amado Señor Jesús, enséñanos a amar como tú amas. Permite, Señor, que recibamos tu amor con el corazón plenamente abierto, y luego llevemos ese amor a los demás.”
Hechos 14, 21-27
Salmo 145(144), 8-13
Apocalipsis 21, 1-5
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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