martes, 19 de abril de 2016

Meditación: Juan 10, 22-30

Las ovejas no se distinguen particularmente por ser muy inteligentes. Con facilidad se desvían del rebaño si alguien no las cuida atentamente.
Por eso, tal vez nos incomode un poquito cuando el Señor nos compara con las ovejas. En realidad, deberíamos alegrarnos sabiendo que el Buen Pastor nos cuida y nos protege.
En efecto, Jesús usó la figura del pastor y su rebaño para describir la singular relación de cariño y protección que él tiene con “sus ovejas”, es decir, los que escuchan su voz y lo siguen, una relación que involucra el corazón, la mente y la voluntad, porque si bien él nos guía y nos protege, a nosotros nos toca escuchar su voz y obedecer sus mandamientos. Así como las ovejas escuchan la voz del pastor y la reconocen, nosotros debemos aprender a reconocer la voz de nuestro Buen Pastor.
¿Puede realmente Jesús resolver todos sus problemas? ¿Puede usted recurrir a él en cualquier momento? ¡Claro que sí! Jesús nos recuerda hoy que su mano es también la mano de su Padre, el creador de todo y de todos. Y Aquel que todo lo sostiene no tiene que esforzarse por cumplir sus promesas. Él no está compitiendo con el maligno. ¡El Señor controla todo en el mundo, ¡incluso la vida de cada uno! Y Dios nunca falla. Él nunca dejará que alguien le arrebate a usted de su mano.
Pero hay que recordar que esta seguridad perfecta conlleva ciertas condiciones importantes, una de las cuales es que aprendamos a reconocer la voz del Señor. La segunda condición es que, habiendo escuchado y reconocido la voz del Señor, nuestro Pastor, seamos ovejas sumisas y obedientes.
Deje que aquello que hoy le dice Jesús penetre en su corazón y para eso conviene que dedique por lo menos unos diez minutos a hacer oración, alabar al Señor y darle gracias por su tierna protección; hágase un examen de conciencia diariamente y lea la Sagrada Escritura por unos diez minutos al día, a fin de que la Palabra de Dios le llegue al corazón y transforme su razonamiento. El Señor realmente lo ama a usted personalmente, le tiene cariño, así que deje que él lo convierta a usted en una de sus ovejas confiadas y obedientes.
“Amado Señor Jesús, tú eres mi Buen Pastor. Me confío plenamente en tus santas manos, porque sé que me aceptarás, me protegerás y me salvarás.”
Hechos 11, 19-26
Salmo 87(86), 1-7
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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