miércoles, 27 de abril de 2016

Meditación: Juan 14, 27-31

“Es necesario que el mundo sepa que amo al Padre.” 
Juan 14, 31

Cuando un ser querido está a punto de fallecer, es natural querer escuchar y recordar las últimas palabras que nos diga. Si es así, ¡cuánto más deberíamos nosotros atesorar lo que Jesús declaró en aquella última noche de su vida (Juan 14-17) y meditar en sus palabras!

En esa ocasión, el Señor mencionó “el mundo” muchas veces, pero ¿qué fue precisamente lo él quiso decir con “el mundo”? En un sentido, el mundo es toda la creación (incluso nosotros) que Dios ama profundamente. El mundo creado por Dios, con todo lo que nos rodea y todos sus habitantes, es una clara evidencia de la bondad creadora del Todopoderoso: “Dios miró todo que él había hecho, y él lo encontró muy bien” (Génesis 1:31).

Pese a eso, el pecado entró en el mundo por la desobediencia, y desde entonces el mundo ha permanecido bajo la influencia del maligno, a quien Jesús llamó “el príncipe de este mundo” (Juan 14, 30). De modo que cuando la Escritura nos advierte que no amemos al “mundo,” esa es una seria admonición a no aceptar las filosofías del mundo que rechazan o se oponen a Dios.

Pero rechazar “el mundo” no significa rechazar todo lo que es bueno y sano en la creación o en nuestras relaciones, y tampoco levantar una muralla alrededor de nosotros para evitar la contaminación. Lo que significa es que hace falta discernir con sabiduría y prudencia las ideas que nos llegan, la manera cómo pasamos el tiempo y el rumbo que llevamos en la vida. Si todo lo que nos preocupa son las pocas décadas que vivimos en esta tierra, es muy probable que nos hayamos enamorado del mundo. Pero si llevamos una vida sana y satisfactoria en este mundo pero teniendo el corazón y la mente orientados fijamente hacia el cielo, podremos encontrar el equilibrio correcto.

En la cruz, Jesús venció el pecado en el mundo. Ahora, él quiere que todos nosotros trabajemos junto a él para que ésta, su creación tan querida, sea un reflejo del Reino de los cielos.

Sí, hermano, tú eres un embajador de Cristo y puedes ser instrumento de su poderosa presencia en el mundo..

“Jesús, Señor mío y Dios mío, venga a nosotros tu Reino y hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Con tu amor y tu gracia, Señor, yo también puedo trabajar para ayudar a cambiar el mundo.”

Hechos 14, 19-28
Salmo 145(144), 10-13. 21
comentario Devocionario Católico La Palabra con nosotros.

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