lunes, 16 de enero de 2017

Meditación: Marcos 2, 18-22


Los judíos piadosos ayunaban en el Día de la Expiación (Levítico 16) y también en otras ocasiones.

A su vez, los discípulos de Juan el Bautista y de los fariseos igualmente ayunaban, por eso algunos tuvieron la curiosidad de saber por qué los discípulos de Jesús no seguían el ejemplo de los fariseos. Por toda respuesta, el Señor comparó a sus discípulos con los invitados a una fiesta de bodas en la que él era el esposo.

La figura de la “fiesta de bodas” en el Antiguo Testamento solía referirse a la presencia de Dios entre su pueblo (Isaías 54, 5; 62, 4-5). Por eso, cuando Jesús se identificaba con el esposo indicaba que Dios estaba presente en medio de ellos, y que la presencia del esposo era causa de regocijo, no de penitencia ni ayuno.

El ayuno que practicaban los discípulos de Juan era una manera de expresar lamentación y penitencia por el urgente mensaje de exhortación al arrepentimiento y al cambio de conducta que predicaba el Bautista, porque el juicio de Dios era inminente. Por eso, Jesús dijo que cuando el esposo “les sea quitado” (Marcos 2, 20), haciendo referencia a su muerte, los fieles ayunarían como señal de lamentación hasta que él regresara en gloria.

Las parábolas acerca del parche de tela nueva sobre el vestido viejo y del vino nuevo en odres viejos ilustraban la relación entre lo que Dios había hecho en la antigüedad en preparación para la venida del Mesías y el nuevo orden del Reino de los cielos, que llegaba al mundo en la persona de Cristo.

Con las ideas del remiendo de tela nueva y del vino nuevo, Jesús trataba de explicar que lo bueno y útil de lo antiguo (es decir, de las enseñanzas de Dios) no debía ser desestimado ni destruido por lo nuevo y lo bueno (la unción del Espíritu Santo que establecía la Iglesia) de modo que no se perdiera ninguno de los dos. Conviene, pues, reconocer la bondad de lo nuevo que hace Dios, aunque a veces sea diferente de lo tradicional que conocemos.
“Señor Jesús, tú eres el esposo que ha traído el Reino de Dios a nuestra humanidad. Concédenos la gracia de tu Espíritu Santo para conocer el valor de todo lo que hay de bueno en lo antiguo y en lo nuevo, y para que sepamos aceptar la vida que tú nos ofreces.”
Hebreos 5, 1-10
Salmo 110(109), 1-4

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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