viernes, 27 de enero de 2017

Meditación: Marcos 4, 26-34


Santa Ángela de Mérici

¿Has plantado alguna vez semillas y te has puesto a esperar a ver qué pasa? Con un poco de agua y algo de sol pronto van apareciendo brotecitos en la tierra. ¡Es realmente un milagro! Esto se parece a lo que hace el sembrador de la parábola de hoy, un método de evangelización muy natural.

A veces, cuando percibimos que el Espíritu Santo nos da un codazo para tenderle la mano a una persona, tal vez pensemos: “Sí, pero ¿qué le voy a decir? ¿Qué puedo hacer? ¿Y si me pregunta algo que yo no sepa contestar?” Pero no sucedería así si fuéramos a sembrar las semillas del Evangelio con la misma liberalidad de la parábola de hoy. Tal vez hay maneras de tender la mano y bendecir a las personas sin sentirse forzado ni incómodo.

¿Te gusta animar a otras personas? Tal vez te sientas bien ayudando a un compañero de oficina o taller que siempre parece agobiado por su trabajo. Quizás te agrade pasar tiempo compartiendo con otras personas o te guste hacer pequeños servicios que los hagan sentirse bien: una taza de café caliente en una mañana fría, o una bandeja de galletas para la tarde en el trabajo.

¿Sabes qué? Todas estas son “semillas” que tú puedes sembrar. Son mucho más que gestos amables; son señales claras de que deseas bendecir a quienes tienes cerca de ti. Ahora, piensa que tras cada semilla plantada va una oración de bendición, una petición de que tu gesto ayude a que la otra persona se acerque más a Cristo. ¡Habría un estallido de poder de Dios!

Cuando avance el día, no te preocupes de cómo le hablarás a alguien sobre tu fe; limítate a mantenerte consciente de quiénes son los que hay a tu alrededor. Este es el secreto de la evangelización. Tú puedes expresar tu testimonio con palabras, pero el mensaje llegará a su destino cuando demuestres atención, afecto y amistad a quien realmente los necesite. Y no te decepciones si no ves frutos inmediatos. La parábola nos asegura que las semillas van creciendo y brotando por sí solas, y tu trabajo es solamente sembrar tantas semillas como puedas. Pero recuerda que antes de sembrar tienes que preparar el terreno, es decir, orar por la persona a quien quieras hablarle del Señor y contarle lo bueno que él ha sido contigo y cómo ha cambiado tu vida.
“Señor mío Jesucristo, enséñame a sembrar la semilla de tu palabra y tu amor con tanta generosidad como tú lo hiciste para mí, de modo que mucha gente se sienta atraída a ti.”
Hebreos 10, 32-39
Salmo 37(36), 3-6. 23-24. 39-40

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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