lunes, 8 de mayo de 2017

Evangelio según San Juan 10,11-18. 
Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre". 


RESONAR DE LA PALABRA

José Vico Peinado, cmf
Queridos amigos:

Las dos lecturas, que nos propone la liturgia de hoy, terminan casi de la misma manera: siendo un canto a la vida. No podía ser de otra manera mejor al comienzo de semana, dado el tiempo pascual que estamos celebrando. El evangelio pone en labios de Jesús, lo que ha sido la experiencia de los primeros discípulos. En Jesús ellos han experimentado la vida en abundancia que se les ha acercado y se les ha hecho presente. Si ha ocurrido así, es porque, como dice Jesús: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”. Es la misma experiencia que han gustado otros discípulos después de ellos. Según la lectura de los Hechos de los Apóstoles, “también a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida”.
¡Qué gozo! ¡Qué alegría! Que allí donde está Dios y su enviado Jesús, el crucificado resucitado, allí se está venciendo permanentemente la muerte y está floreciendo, en eterna primavera, la vida de los hombres y la vida en plenitud... ¡Qué maravilla y qué fuente de esperanza para los discípulos! Dónde están los ídolos, está la muerte; dónde está Dios y el verdadero Pastor de las ovejas, está la vida.
Ésta es la experiencia de los discípulos de todos los tiempos. ¡Ojalá sea también un criterio para discernir dónde está Dios y dónde no está! Porque, si donde está Dios, está la vida, venciendo a la muerte, también donde está la vida, aunque sea de manera incipiente, allí está Dios, así como allí donde está la muerte, allí no está Dios. Hay que ser creyentes en el Dios vivo y dador de vida. Y hay que apostar por la vida de los hombres, preferentemente por la de aquellos que la tienen más amenazada, frente al imperio de la muerte, si se quiere dar culto al Dios Vivo en el seguimiento del Pastor de las ovejas. El culto que da gloria a Dios es aquel que procura, por todos los medios, que el hombre viva.
Al leer los textos de hoy, se me ha venido a la memoria el texto del Deuteronomio: “Te pongo delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia, amando a Jahvé tu Dios, escuchando su voz, apegándote a Él, pues en eso está tu vida” (Deut 30, 19-20).

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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