viernes, 19 de mayo de 2017

Evangelio según San Juan 15,12-17. 
Jesús dijo a sus discípulos: «Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»


RESONAR DE LA PALABRA

Fredy Cabrera, cmf.
¡Queridos compañeros y compañeras de camino!, saludos pascuales y fraternos.
Recordemos que la experiencia de Jesús, vencedor de la muerte, puede aportar novedad a nuestras vidas. La vida del cristiano no está determinada por el pecado. La fuerza de Dios nos sostiene en la debilidad.
Es posible vivir desde el perdón sincero dejando atrás rencores y odios. Jesús nos muestra el modo de amar en libertad y gratuitamente (sin esperar nada a cambio). Se es capaz de vivir con poco y lo que llega a inquietar el corazón, es verdaderamente poco. Nos hace capaces de transmitir una paz inconmensurable. En esto se basa, y no en otra cosa, “el camino de vida” que nos propone Jesús en el evangelio de hoy. Jesús mismo recuerda que hemos sido elegidos-llamados para pasar del estéril egoísmo a una vida basada en el amor. Esta fue la condición fundamental que pusieron los apóstoles, de la primitiva Iglesia, a los gentiles que se convertían al cristianismo.
Luego del discernimiento que junto a Pablo y Bernabé realizaron durante el I Concilio de Jerusalén: “vivir en el amor renunciando a la idolatría y al libertinaje”. Optar por ser cristiano era optar por “la vida”, y esta, humanizada.
El anuncio de salvación era realmente una buena noticia y no una pesada carga. No se trataba de poner condiciones a aquel que necesitaba de Dios; por el contrario, comprendiendo y acogiendo con misericordia, lograban que los más posibles se volcaran al amor. Somos una Iglesia elegida y destinada a dar un fruto y uno que permanezca en los corazones.
Es bueno cuestionar, si nuestra pastoral de acompañamiento favorece el encuentro con Jesús o, por el contrario, lo limita. Muchos espacios donde se practica la fe terminan por ocultar el rostro bondadoso de Dios en lugar de transfigurarlo.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

No hay comentarios:

Publicar un comentario