viernes, 5 de mayo de 2017

Meditación: Hechos 9, 1-20


En la primera lectura de hoy, vemos que Dios le pide a Ananías que haga algo muy arriesgado: ir a ver al hombre que andaba persiguiendo a los cristianos para darles muerte.

Ananías tenía mucha fe, y sabía que Dios podía haber sanado a Saulo sin ningún intermediario, pero no dudó de la sabiduría de Dios, por lo que valerosamente hizo lo que Dios le pidió.

Pero, ¿por qué Dios hace esto? ¿Por qué envía a Ananías a sanar a Saulo cuando fácilmente lo puede hacer sólo? Lo hace porque Dios sabe lo valioso que es el contacto humano. Saulo sabía que necesitaba experimentar la bondad de un creyente para que su corazón empezara a ablandarse. Ananías, a su vez, también necesitaba verificar la autenticidad de la conversión de Saulo, para poder asegurarles a los demás creyentes que Saulo ahora era uno de ellos.

Así como Dios hizo que Ananías le llevara el don de la gracia y la sanación a Saulo, ahora nos pide a nosotros que seamos instrumentos de sanación para las personas necesitadas, incluso aquellos a quienes no les caemos bien. Por supuesto, podemos orar por ellos, pero hay ocasiones en que Dios quiere que nosotros ofrezcamos un toque sanador además de la oración de intercesión.

Si hoy ves a alguien que parece estar triste o en dificultades, tal vez sientas el impulso de hablarle o hacer algo para ayudarle. O quizás te encuentres con alguien a quien no se te ocurriría demostrarle compasión ni comprensión. ¿Qué puedes hacer? Orar por esa persona, por supuesto, pero también pídele al Espíritu Santo que te ayude a mostrarle algo del amor de Cristo. Especialmente en esta época de Pascua, Dios nos está pidiendo devolver amor por odio o malentendido. El Señor quiere darnos la valentía de perdonar y palabras de compasión que pueden allanar el camino para el encuentro.

Dios quiere que tú y yo seamos personificaciones de su compasión, su amor y su curación. Hay muchas personas solitarias y que sufren, y lo que necesitan es un toque suave, una sonrisa cálida y palabras de compasión. Así pues, sé como Ananías y dile a Cristo: “¡Aquí estoy, Señor!” Luego, actúa según tu fe.
“Dios y Salvador mío, me asombra cómo le diste valor a Ananías para acercarse a Saulo. Concédeme a mí, Señor, valor y fe para llevarles tu mensaje sanador a quienes lo necesitan.”
Salmo 117(116), 1-2
Juan 6, 52-59

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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