domingo, 7 de mayo de 2017

Meditación: Juan 10, 1-10


Cuarto Domingo de Pascua

Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús, a quien ustedes han crucificado. (Hechos 2, 36)

Estas fueron las impresionantes palabras que Pedro pronunció ante la multitud reunida aquel primer domingo de Pentecostés cristiano. Nosotros también podemos percibir la fuerza impresionante de estas palabras si dejamos que el Espíritu Santo nos mueva a reconocer nuestros pecados, arrepentirnos y aceptar la vida que Cristo nos ofrece. Él, que “no cometió pecado ni hubo engaño en su boca” (1 Pedro 2, 22), decidió, por su gran amor y su indefectible obediencia al Padre, asumir el castigo que nosotros merecíamos por nuestros pecados, a fin de que tú y yo pudiéramos recibir la vida eterna mediante la fe en él.

¿Cómo podría describirse de un modo más adecuado el amor, el cuidado y la protección de Dios para su pueblo que con la figura de un pastor? Jesús es el Buen Pastor que Dios mandó a guiar a su pueblo peregrino: “Ustedes eran como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus vidas” (1 Pedro 2, 25). Si bien este mundo presenta muchas opciones para adoptar un tipo de “vida” que invariablemente nos lleva nada más que al egocentrismo y que finalmente nos causa desaliento y decepción, Jesús nos ofrece una vida eterna que nos da una entrada segura a la vida divina de la propia Santísima Trinidad.

Jesús, el Buen Pastor, supo enfrentar, con valentía y entereza, la vida y la muerte, elementos esenciales del sacrificio que culminó en su crucifixión. Él fue el verdadero Pastor que entregó su vida por nosotros; porque su amor es personal e íntimo, y porque nos llama a cada uno por nuestro nombre. Por amor, salió a buscar al que se había descarriado y se alegró cuando lo encontró. Cuando salgan los falsos redentores a ofrecer sus propios caminos y soluciones, los que tienen hambre de la vida verdadera reconocerán la voz del Buen Pastor.
“Señor y Salvador nuestro, enséñame a rechazar el pecado mientras camino hacia ti, que no sólo me prodigas una vida nueva y victoriosa, sino también eres la puerta y el camino para entrar en esa vida.”
Hechos 2, 14. 36-41
Salmo 23(22), 1-6
1 Pedro 2, 20-25

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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