martes, 2 de mayo de 2017

Meditación: Juan 6, 30-35


San Atanasio

Yo soy el pan de la vida. (Juan 6, 35)

Desde la creación misma del ser humano, Dios ha tenido el profundo anhelo de alimentar a su pueblo con su presencia y concederle una participación en su vida divina. Por eso, hablando proféticamente en nombre del Señor, el salmista escribió: “Dios alimentaría a su pueblo con lo mejor del trigo y con miel silvestre apagaría su sed” (Salmo 81, 16).

San Juan cuenta que una multitud se había reunido en torno a Jesús para pedirle pruebas de su identidad y le recordaron que, en los días de Moisés, Dios había enviado el maná del cielo para demostrar que estaba con el pueblo. Querían ver una “señal” que les hiciera entender quién era Jesús. Como respuesta, el Señor explicó que la señal era él mismo: “Yo soy el Pan de la vida”. De esta forma les pedía que ellos ejercieran su fe.

Jesús les explicó que Dios había dado el maná a los israelitas para alimentarlos y ayudarlos en su falta de confianza; pero ahora él era el verdadero Pan del cielo enviado para saciar a su pueblo con la vida divina. Jesús trató de explicar que, para beneficiarse de este pan de vida, cada uno debía primero apoyarse en la fe, porque de otra manera no podría recibir lo que él tenía reservado para ellos.

La siguiente pregunta se nos aplica igualmente a nosotros hoy: ¿Creemos que Jesús es el verdadero Pan del cielo? ¿Creemos que Cristo es Dios hecho hombre, que murió y resucitó y que envió al Espíritu Santo para alimentarnos con su Cuerpo y su Sangre? ¿Creemos que Jesús puede llevarnos a la vida que Dios quiso darnos desde el principio?

Cuando nos acercamos al altar del Señor con este tipo de fe, experimentamos una transformación que nos cambia la vida. Tomemos la decisión consciente de creer en el Hijo de Dios; si lo hacemos, la paz y la seguridad de su amor se harán presentes en nuestro corazón, porque todo el que cree, aunque sea nada más que un poco, recibe la prueba irrefutable del amor de Dios.
“Jesús, Señor mío, tengo la plena convicción de que tú viniste a salvarme del pecado y de la muerte. Sé que mi fe es débil, pero te ruego que fortalezcas la poca fe que tengo, hasta que sea un fundamento firme para confiar en todas tus promesas.”
Hechos 7, 51—8, 1
Salmo 31(30), 3-4. 6-8. 17. 21

fuente: Devocionario católico la palabra con  nosotros

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