No le pagues tributo al sufrimiento, complaciéndote al recordarlo y revivirlo.
El miedo es un pecado muy grave que a muchos les impide acercarse a Cristo, convertirse o hacerse mejores personas. Les da miedo. En vano tenemos las cualidades más bellas; si nos falta el coraje, todo lo demás está podrido, no nos sirve. Es la virtud esencial... ¡si nos falta valor, todo está perdido! Si quieres ser libre, deberás saber pagar el precio de tu libertad. Si quieres ser libre, la muerte no tiene por qué asustarte...
El criterio definitivo, la prueba más certera para conocer nuestra proximidad a Cristo, es la buena disposición. Es una condición indispensable. Debes lograr destruir la tentación más común, perfecta y enteramente descrita en dos expresiones populares: “llorar a moco tendido” y “estar como pava bajo la lluvia”. Lo mejor es no sentir ninguna atracción por alguno de esos dos roles. No le pagues tributo al sufrimiento, complaciéndote al recordarlo y revivirlo. Más bien disípalo, transformándolo en una comprensión certera de la realidad y en una valiente felicidad. Sólo este estado podría demostrar si eres o no del Señor.
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