Hay un sinfín de sentimientos correctos, pero el sentimiento de no ser buenos para nada es fundamental.
Porque en la mayoría de nosotros habita una profunda arrogancia:
Recordemos que la humildad es el origen de todo bien, porque todo bien proviene de Dios, y Él se opone a los soberbios, en tanto que a los humildes les otorga Su Gracia.
¡La humildad es el cimiento de todo! Una vez esta desaparece, el corazón se cierra y todo el bien se ahoga en su interior. No olvidemos mantener el corazón contrito y compungido.
Sintamos miedo de creernos justos. Si esto sucede, estamos empezando a desviarnos del camino correcto.
El Señor recibe solamente a aquellos que se le acercan llenos de arrepentimiento. Quienes se acercan a Él creyéndose justos, son rechazados. Por eso fue que Él vino al mundo, para salvar a los pecadores, no a los justos.
La humildad y un espíritu humilde deben ser parte de la vida de quienes deseen vivir en el verdadero espíritu de Cristo.
… Recordemos constantemente nuestros pecados, que son muchos, porque todos cometemos faltas.
Algunas veces el Señor permite que enfrentemos las debilidades propias de nuestro ser, para hacernos humildes. Sin estas, inmediatamente nos hincharíamos cual globos y, alzándonos a las alturas, nos haríamos un trono en aquel sitio.
Hay un sinfín de sentimientos correctos, pero el sentimiento de no ser buenos para nada es fundamental. Sin éste, nada más podría sernos de provecho.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Sfaturi înţelepte, Editura Egumeniţa, p. 437-438) - Fuente: Doxologia
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