La paciencia no aparece justo en los momentos de tentación, sino como resultado inmediato de la lucidez y oración.
Desde luego que tendremos que enfrentar tribulaciones en nuestra vida. Pero una cosa es la tristeza, y otra las tribulaciones. Las tribulaciones son dificultades objetivas surgidas de la misma vida, las personas o de Dios. ¿Ejemplos? Las calumnias, las acusaciones, los pecados cometidos voluntariamente, las enfermedades, los terremotos, etc.
Sin embargo, la oración nos da la paciencia necesaria ante tales situaciones. Vendrá un momento en el que nos preguntaremos: “¿De dónde salió esta paciencia?”. Pero no la viviremos como un estado de paciencia, sino como un estado normal, natural. Habrá quien me pregunte si me entristezco por las dificultades de mi vida, y yo le responderé que no. Entonces entenderé que fue el Espíritu Santo quien me otorgó esa paciencia. Y es que la paciencia no aparece justo en los momentos de tentación, sino como resultado inmediato de la lucidez y oración.
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