jueves, 7 de septiembre de 2017

Evangelio según San Lucas 5,1-11. 
En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y echen las redes". Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes". Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador". El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres". Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron. 


RESONAR DE LA PALABRA

Ciudadredonda
Con todos nuestros miedos, Contigo mar adentro
Lucas da un tiempo a los primeros discípulos para conocer a Jesús, convivir con él, contemplar sus palabras y acciones, antes de llamarles a compartir su misma misión y destino. Dejarlo todo para vivir con Jesús y como él es una decisión que requiere tiempo pero todo el tiempo del mundo no nos ahorra la decisión clara, gozosa y temerosa a la vez que sólo puede tomar cada cual.
Simón Pedro acepta echar las redes una vez más porque se fía de Jesús, no de los resultados que va a lograr. No hay ninguna otra razón. Objetivamente, nada hay que le asegure éxito alguno. Quizá eso explica su asombro al ver la barca repleta de pescado. No saben qué hacer ni qué decir. Cuando tenemos la experiencia de ver repletas nuestras redes y sabemos que tal pesca sólo viene de Dios y de su Palabra porque tenemos clarísimo que humanamente era imposible, nos quedamos sin palabras. Más aún, sentimos la necesidad de vivir arrodillados, asombrados, reconocedores de nuestro pecado, de lo poquito que somos. Intuimos que irremediablemente la vida está a punto de cambiarnos, de ponerse al servicio de Otro y eso… eso da mucho miedo...
Jesús lo sabe. Por eso nos alienta y nos repite una y otra vez: "No temas; desde ahora harás cosas mayores en mi Nombre”. Ojalá también nosotros, una vez más y cada día, volvamos a seguirle dejándolo todo. Este mundo nuestro tan casando de bregar sin pescar nada sigue esperando nuevos pescadores de la humanidad para remar siempre “mar adentro”, allí donde encontramos el sentido de la Vida y de nuestra entrega.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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