Cristo, el Hijo de Dios, sin tener pecado alguno, soportó todas las ofensas y nos dejó Su ejemplo, para seguirle. Y esto fue lo que hicieron todos los santos, discípulos Suyos; ese ejemplo es, pues, el mejor cimiento para tu paciencia.
Las difamaciones y la deshonra vienen para poner tu corazón a prueba, para que aflore lo que hay en su interior —mansedumbre o ira—, porque el hombre, cuando es ofendido, se muestra tal como es por dentro. Si en tu corazón hay mansedumbre, fácilmente soportarás las ofensas; si, al contrario, lo que hay es maldad, en tu interior se encenderá el fuego de la animadversión y el deseo de vengarte, buscando la forma de responder a esa ofensa con otra. De esta forma, las injurias y los insultos te enseñan a conocer el estado de tu corazón y enderezarlo, si es el caso.
Cristo, el Hijo de Dios, sin tener pecado alguno, soportó todas las ofensas y nos dejó Su ejemplo, para seguirle. Y esto fue lo que hicieron todos los santos, discípulos Suyos; ese ejemplo es, pues, el mejor cimiento para tu paciencia.
(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Despre păcate, Editura Sofia, Bucureşti, p. 257) - Fuente: Doxologia
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