Despreciando las cosas del mundo es más fácil arrepentirnos con sinceridad, llorar por nuestros pecados y hacernos dignos de alcanzar alegrías más grandes.
Mantengamos con perseverancia el anhelo de Cristo en nuestra alma. De este modo, nos reiremos de las cosas de esta vida y viviremos en este mundo como si estuviéramos ya en el Cielo, pensando siempre en los primeros cristianos, quienes renunciaron a toda preocupación terrenal para aferrarse solamente a Dios, empeñándose día y noche en aprender la Palabra. ¡Este es el fuego espiritual! Es un fuego que nos impide anhelar las cosas de este mundo, y que nos eleva a otra forma de amor. Este fuego lleva al enamorado de la vida espiritual a hacerlo todo con facilidad, aunque tenga que renunciar a sus bienes, lujos y comodidades; incluso a despreciar las honras del mundo u ofrendar su propia vida. Una vez entra el calor de ese fuego en el alma, aleja la desidia y nos hace más ligeros que una pluma. Despreciando las cosas del mundo es más fácil arrepentirnos con sinceridad, llorar por nuestros pecados y hacernos dignos de alcanzar alegrías más grandes.
(Traducido de: Sf. Ioan Gură de Aur, Omilii la Matei, omilia VI, în col. PSB, vol. 23, p. 84) - Fuente Doxologia
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