lunes, 11 de septiembre de 2017

Meditación: Lucas 6, 6-11


“Extiende la mano”. él la extendió y quedó curado. (Lucas 6, 10)

Jesucristo, nuestro Señor, y posteriormente sus discípulos, fueron objeto de rechazo y persecución por parte de los jefes religiosos, los escribas y los fariseos. Hoy leemos que ellos condenaban a Jesús por haber curado a un paralítico en día de reposo, porque, según entendían, la voluntad de Dios era que sus fieles cumplieran la Ley al pie de la letra, sin importarles el sufrimiento ni el dolor del enfermo o minusválido. En cambio, la enseñanza de Cristo reflejaba la doctrina de que todo el que deshonra al prójimo no puede honrar a Dios, y todo lo que no se haga por aliviar el sufrimiento y la miseria de alguien cuando es posible hacerlo, incluso en día de reposo, es malo.

Los fariseos observaban atentamente a Jesús porque lo consideraban un “curandero” (Lucas 6, 7) e interpretaban que la Ley sólo permitía la atención médica en día de reposo cuando se trataba de parto, circuncisión o enfermedad mortal. Pero afirmaban que curar en este día, por cualquier otra razón que no fuese de vida o muerte, como Jesús lo hacía, era un claro quebrantamiento del reposo sabático.

El Señor, que conocía el corazón de los escribas y fariseos, llamó al hombre de la mano tullida y confrontó a los maestros de la Ley y los fariseos preguntando si estaba permitido hacer el bien o hacer el mal en día de reposo (Lucas 6, 8-9). Sabía que el sábado fue dado para glorificar a Dios, y por lo tanto era lícito aliviar el sufrimiento del prójimo, aun contraviniendo la Ley, porque así se glorificaba a Dios. Por eso, le dijo al hombre que estirara la mano paralizada y cuando éste lo hizo, quedó sano, pero los escribas y fariseos se pusieron furiosos.

¿Cuántas veces adoptamos nosotros las mismas actitudes de crítica, rechazo o falta de perdón, que restringen o impiden la acción de Dios y el fruto de nuestra práctica religiosa? ¿Rendimos honor a Dios preocupándonos realmente de aliviar el dolor del prójimo? Jesús nos pide, con amor y compasión, que vivamos como él vivió, perdonando y haciendo el bien.
“Señor Jesús, concédenos la gracia de reconocer cuánto necesitamos tu mano sanadora en nuestra vida, para que aprendamos a amar a Dios y al prójimo; así podremos regocijarnos en ti, nuestro Señor y Salvador, y dar gloria a Dios.”
Colosenses 1, 24—2, 3
Salmo 62(61), 6-7. 9

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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