Con Jesús por la mañana.
“Alabado seas, mi Señor, por la hermana madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas. Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán” (San Francisco de Asís). Agradece el día al Señor, por el aire, el sol, los pájaros, las plantas, el trabajo, los encuentros y pide su intercesión por los desempleados, como lo pide el Papa en el desafío de este mes.
Con Jesús por la tarde.
“Y Jesús le respondió: El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás no sirve para el Reino de Dios” (Lc 9, 62). El amor a Dios y a los hermanos supone pequeñas y, a veces grandes renuncias, por un bien mayor. ¿Estás dispuesto a callar y esperar para preservar la armonía, a dejar pasar una ofensa, a mantener una actitud cordial ante la confrontación? Repite al ritmo de tu respiración: “Señor, dame un corazón grande”, mientras continúas poniendo en práctica el propósito del día.
Con Jesús por la noche.
Recuerda a las personas y agradece. Trae a la memoria las personas con las que has compartido hoy. ¿Qué te han dejado? ¿Cómo ha sido ese encuentro? ¿Qué le agradeces? Aún las situaciones difíciles nos dejan enseñanzas.
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