En el ministerio de Jesús vemos que rara vez él decía lo que esperaba la gente, porque en cada situación manifestaba una clara sabiduría no contaminada por el pecado.
Los que estaban dispuestos a recibir la verdad, aunque ésta no se ajustara a las expectativas de la sociedad, fueron los que primero se dieron cuenta de quién era Jesús y se hicieron seguidores suyos.
Cristo llevó la verdad de Dios al hogar de Marta y María, cuando las fue a visitar. Probablemente las dos reconocían que Jesús era el invitado más importante que jamás habían tenido; por eso Marta actuó del modo esperado, afanándose con los preparativos tradicionales, limpiando la casa y preparando una cena deliciosa. Eran buenas acciones y ella las realizaba con tanto amor y esmero que empezó a sentirse cansada, tensa y tal vez con un poco de lástima de sí misma.
Seguramente, Marta escuchaba lo que Jesús decía, pero su actitud denotaba que el mensaje no le llegaba. María, en cambio, vio que este importantísimo invitado le brindaba la oportunidad de escuchar la Palabra de Dios y, por eso, abandonó sus usuales quehaceres para sentarse a los pies de Jesús y escuchar atentamente.
Cuando Marta le pidió a Jesús que mandara a María a ayudarle, la respuesta del Señor dejó en claro la verdad de la situación: María había decidido escuchar sin distracciones y así había escogido la mejor parte. El servicio es bueno (nótese que Jesús no dijo que Marta había escogido una parte mala; solo que la de María era la mejor).
El Señor espera que sirvamos a los demás, como fruto de una vida afianzada en la palabra de Jesús, la oración y la lectura de los Libros Sagrados. El tiempo dedicado a Cristo en la oración es el fundamento sobre el cual debe edificarse toda la estructura del servicio.
Si estudiamos la vida de cualquier santo o personas muy devotas que se hayan dedicado a las buenas obras, siempre encontraremos una clara comprensión de este principio; por ejemplo, las Hermanas de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta: ellas dedican mucho tiempo a la oración diaria y eso les da fuerzas para servir y atender a los más pobres e indigentes.
“Espíritu Santo, Señor, ayúdame a discernir las intenciones de mi corazón, para que mi servicio sea fruto del tiempo que dedico a escuchar a Jesús en la oración.”
Jonás 3, 1-10
Salmo 130(129), 1-4. 7-8
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