Olvidándose de sí mismo, el hombre deja que obre la inmensa fuerza de Dios.
No es posible expulsar demonios solamente con palabras, aunque sean palabras santas. Es con la fuerza del Espíritu que aparta al maligno aquel de espíritu fuerte, porque se trata de una faena dura y extenuante.
Y lo logra con su amor y compasión, deseando ver a su hermano libre del mal. Así, olvidándose de sí mismo, deja que obre la inmensa fuerza de Dios.
(Traducido de: Jean-Claude Larchet, Ține candela inimii aprinsă. Învățătura părintelui Serghie, Ed. Sophia, București, 2007, p. 121) - Fuente: Doxologia
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