miércoles, 4 de octubre de 2017

Una actitud para apreciar la belleza










Nuestra cultura, tan fuertemente marcada por los horarios, las agendas y los compromisos, se ha desconectado de la adoración como actitud interior de apertura a la trascendencia. Esta desconexión ha vuelto muy pragmático nuestro quehacer cotidiano, nuestros vínculos, y todo lo que hacemos. Nos ha vuelto insensibles a la belleza. La superficialidad, como resultado del pragmatismo que vivimos, nos ha quitado profundidad.

Podemos preguntarnos sin vergüenza alguna, ¿cómo puede la adoración ser una actitud que nos permita vivir una vida buena y más plena?

La adoración es una invitación y, a la vez, una oportunidad para «ser». Ella abre a la posibilidad de contemplar a Dios que habita nuestra existencia y llena de sentido la vida, con un significado renovado que lentamente se va develando. Esa actitud, pasiva y activa a la vez, nos permite acceder a una comprensión distinta de las vivencias de cada momento. Pasiva, porque nos dejamos afectar por lo que contemplamos, y activa, porque nuestra actitud de disponibilidad interior nos ayuda a comprender el misterio de la vida.

Ante la fuerte tendencia de vivir en la superficialidad que ha logrado instaurar el pragmatismo en la vida actual, la actitud de adoración enseña a santificar el tiempo. Ofrece la posibilidad de descubrir la belleza que existe en las cosas, las personas y los acontecimientos. Cada momento está cargado de significado. A partir de una especial sensibilización interior nos hacemos conscientes de esa Voz que resuena en lo que existe, y permite que nuestra mirada sobre ella penetre la corteza de la realidad. De esta manera es como conectamos con Aquel que es creador de todas las cosas y el Alfarero de la humanidad.

Nuestra vida, cuando está atravesada por la actitud de adoración, deja de ser un lienzo en el que garabateamos nuestras conclusiones sobre la propia vida e historia, para dar lugar a la luz de Dios, que nos ayuda a comprender el entramado de los hilos con los que se teje la historia. Cuando reconocemos que nuestras percepciones tienen un límite temporal, hacemos espacio a la adoración, a la contemplación, a vincularnos con Aquel que nos trasciende.

Javier Rojas, SJ 
Director Regional de la Red Mundial de Oración del Papa
Argentina-Uruguay-Paraguay

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