lunes, 6 de noviembre de 2017

Meditación: Lucas 14, 12-14

Cuando Jesús cenaba en casa de un fariseo, le dijo a su anfitrión que no invitara a quienes podían devolverle el favor, sino a los pobres, los inválidos, los cojos y los ciegos, “y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos” (Lucas 14, 14).

San Lucas escribió su Evangelio para cristianos del Asia Menor que eran relativamente acomodados. Con estas palabras, Jesús enseñaba que todos pueden formar parte de la Iglesia, porque Dios los ama a todos, especialmente a los pobres y los indefensos, que nada poseen y sólo pueden depender de Dios. Esto significaba que las iglesias locales debían recibir a los marginados de la sociedad y considerarlos sus hermanos.

Esta es también una llamada de atención para nosotros: no es cristiano desentenderse de los pobres, los inválidos, los cojos, los ciegos y en general los desvalidos. Hay que atenderlos tanto en nuestras comunidades parroquiales como en la vida personal. Si atendemos sólo a quienes pueden retribuirnos el favor, no estamos cumpliendo con lo que Dios nos pide hacer, porque Dios ama a todas las personas, cualquiera que sea su situación en la vida, y desea que su Iglesia acepte a todos en todas partes.

Esta visión de la Iglesia fue claramente expresada por los Padres del Concilio Vaticano II en los siguientes términos:

“Cristo fue enviado por el Padre a ‘evangelizar a los pobres, y levantar a los oprimidos’ (Lucas 4, 18), ‘para buscar y salvar lo que estaba perdido’ (Lucas 19, 10); de manera semejante la Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades, y pretende servir en ellos a Cristo” (Constitución Lumen Gentium, I, 8)

Es hora, pues, de analizar nuestra conducta y ver si estamos atendiendo o ayudando a los que tienen más necesidades que nosotros. ¿Tratamos de modo diferente a los que tienen suficiente y a los que tienen menos o nada? ¿Esperamos retribución cuando hacemos algún servicio? ¿De qué modo práctico podemos aliviar el sufrimiento y la necesidad de los pobres y los marginados?
“Señor Jesús, concédeme un corazón sensible y generoso, que no vuelva la mirada al ver a un mendigo, y que más bien te vea a ti en los pobres y desvalidos.”
Romanos 11, 30-36
Salmo 69(68), 30-31. 33-34. 36
Fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros.

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