lunes, 13 de noviembre de 2017

No intentemos forzar a Dios con nuestras peticiones

¡Paciencia, fe y serenidad! Aunque nosotros nos olvidemos de Él, el Señor nunca se olvida de nosotros. Y si es para nuestro bien, Él nos dará lo necesario, cuando lo crea necesario.
















No forcemos a Dios con nuestras oraciones. No le pidamos que nos libre de algo, de alguna enfermedad o cualquier otra situación similar, o que nos resuelva todos nuestros problemas. Al contrario, pidámosle fuerzas y aliento para poder enfrentar todo. Si Él llama a la puerta de nuestra alma con nobleza, también con nobleza debemos dirigirnos a Él. Y si no nos responde, esperemos. Cuando Dios no nos da algo que le pedimos con insistencia, es porque Él tiene Sus propias razones. Sí, también Dios tiene Sus “secretos”. Si creemos en Su santa Providencia, si creemos que Él conoce todo lo que hay en nuestra vida y desea solamente nuestro bien, ¿cómo no demostrarle que confiamos en Él? Oremos, pues, con sencillez, sin sufrir, sin buscar obligarlo a hacer nuestra voluntad. Sabemos que el pasado, el presente y el futuro están como desnudos, descubiertos y evidentes ante Dios. Como dice el Apóstol Pablo: “No hay para Él criatura invisible: todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de dar cuenta” (Hebreos 4, 13). Luego, no nos empecinemos, que esta actitud provoca más mal que bien. No busquemos obtener a toda cosa lo que pedimos; dejémoslo todo en manos de Dios. Y es que, mientras más “cazamos” lo que buscamos, más se aleja esto de nosotros.

Así las cosas, ¡paciencia, fe y serenidad! Aunque nosotros nos olvidemos de Él, el Señor nunca se olvida de nosotros. Y si es para nuestro bien, Él nos dará lo necesario, cuando lo crea necesario.

(Traducido de: Ne vobește părintele Porfirie, Editura Egumenița, p. 197-198) Fuente Doxologia

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