«Por primera vez los envió de dos en dos»
Nuestro Señor y Salvador, hermanos muy amados, nos instruye unas veces a través de sus palabras, otras a través de sus ejemplos. Sus acciones, por ellas mismas, son ya mandatos porque cuando él hace cualquier cosa, aunque sea sin decir nada, nos enseña ya como debemos actuar. Pues ya veis que envía a sus discípulos, de dos en dos, a predicar, porque los mandamientos de la caridad son dos: el amar a Dios y el amor al prójimo. El Señor manda a sus discípulos de dos en dos para sugerirnos, sin decirlo, que aquel que no tiene caridad hacia los demás no debe, en absoluto, encargarse del ministerio de la predicación.
Está muy bien dicho que «los envió por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él» (Lc 10,1) En efecto, el Señor viene detrás de sus predicadores, porque la predicación es un preámbulo; el Señor viene a habitar en nuestra alma cuando las palabras de exhortación han llegado ya como precursoras y disponen al alma para acoger la verdad. Por ello Isaías dice a los predicadores: «Preparad el camino del Señor, allanad los senderos de nuestro Dios» (40,3) Y el salmista les dice también: «Allanad el camino a quien sube hacia occidente» (Salmo 67 Vulg.) El Señor sube a poniente porque, habiéndose acostado por su pasión, se ha manifestado con una gloria mayor en su resurrección. Se ha subido a poniente, porque, resucitando, ha pisoteado la muerte que él mismo había sufrido, Así pues, nosotros allanamos el camino a aquel que sube a poniente cuando predicamos su gloria a vuestras almas, a fin de que, viniendo enseguida, las ilumine por la presencia de su amor.
San Gregorio Magno (c. 540-604)
papa y doctor de la Iglesia
Homilías sobre el Evangelio, 17,1-3; PL 76, 1139
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