«Al que llama, se le abre la puerta»
Cristo dice a los doctores de la Ley: «Malditos vosotros porque habéis quitado la llave del conocimiento» (Lc 11,52). ¿Qué es la llave del conocimiento sino la gracia del Espíritu Santo dada por la fe, que por la iluminación da el pleno conocimiento, y abre la puerta a nuestro espíritu cerrado y velado?… Y yo añadiría: la puerta, es el Hijo: «Yo soy la puerta», dice él mismo. La llave de la puerta, el Espíritu Santo: «Recibid el Espíritu Santo, dice; a los que perdonéis los pecados, les serán perdonados, a los que se los retengáis, les serán retenidos». La casa, es el Padre: «Porque en la casa de mi Padre, hay muchas estancias». Poned, pues, una esmerada atención al sentido espiritual de estas palabras… Si la puerta no se abre, nadie entra en la casa del Padre, como dice Cristo: «Nadie va al Padre si no por Mí».
Ahora bien, que el Espíritu es el primero que abre nuestro espíritu y nos enseña todo lo que se refiere al Padre y al Hijo, es él mismo quien nos lo ha dicho: «Cuando vendrá el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí, y os guiará hasta la verdad plena». Así ves, como, por el Espíritu, o mejor aún, en el Espíritu, el Padre y el Hijo se dan a conocer inseparablemente…
En efecto, si llamamos ‘llave’ al Espíritu Santo, es que por él y en él, primeramente, tenemos el espíritu iluminado, y, purificados, estamos iluminados con la luz del conocimiento y bautizados de lo alto, regenerados y hechos hijos de Dios, tal como lo dice Pablo: «El mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables», y también : «Dios ha derramado su Espíritu en nuestros corazones, que clama: ‘Abba, Padre’». Es, pues, él quien nos da a conocer la puerta, puerta que es luz, y la puerta nos enseña que aquél que habita en la casa es, él también, luz inaccesible.
Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022)
monje griego
Catequesis 33
No hay comentarios:
Publicar un comentario