San Juan Neumann
Jesús vio a Natanael y lo conoció, porque pudo ver los anhelos que este judío llevaba en su corazón, el plan de Dios para él y las posibilidades que tenía ante sus ojos.
El Señor nos ve a todos con la misma claridad con que vio a Natanael, y por eso conoce nuestro pasado y nuestras posibilidades. Nos conoce ahora y aquí mismo; en realidad nos conoce mejor que nosotros mismos, porque puede ver bajo la superficie y lo que llevamos en el corazón. Por eso también entiende los anhelos, sueños y deseos más recónditos que tenemos. Claro, también ve y conoce todos nuestros errores, faltas y pecados; sin embargo, nos invita a entrar en una íntima comunión consigo, dejar atrás los infortunios y fracasos y emprender con él una nueva vida de libertad y paz.
¿Has permitido tú que el Señor escudriñe tu corazón y saque a la luz tus impulsos y deseos interiores, buenos y malos, para establecer mejor allí su vida? En realidad la mayoría preferimos no abrir el corazón ante el Señor; sin embargo, él nos conoce a cabalidad, aunque tratemos de ocultarnos de su mirada. El Señor ve perfectamente los anhelos de amor y seguridad que tenemos; ve el bien que hacemos, aunque a veces no lo vemos ni siquiera nosotros mismos, y naturalmente ve las razones por las cuales cometemos faltas y errores, y lo bueno es que él puede y quiere librarnos de todo mal, sanar las heridas y satisfacer las aspiraciones que llevamos interiormente. Pero hay que abrir la puerta y dejarlo entrar.
Ahora, en el año nuevo, disponte a recibir al Señor con sinceridad y sin reservas; pídele que ilumine tu ser interior y te ayude a sanar tus heridas y librarte de todo hábito de pecado. Esto es lo que él quiere hacer en ti y en todos sus fieles, porque lo que más anhela es tu salvación. Cristo entregó su vida por ti y quiere que tú aproveches el mar de bendiciones y misericordia que para ti abrió su sacrificio. Ten fe y confianza en que Jesús no te exigirá nada para sanarte ni para comunicarte la libertad completa que reciben los hijos de Dios.
“Cristo Jesús, mi Señor, escudriña mi corazón, sáname y purifícame, te lo ruego; deja que la luz de tu mirada ilumine mi interior, para librarme de todo mal y sanar mis heridas y traumas.”1 Juan 3, 11-21
Salmo 100(99), 1-5
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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