dándole, al compartir la cruz, la gracia de la fe.
Ayúdanos a socorrer a nuestro prójimo que sufre,
aunque esto contraste con nuestros proyectos y nuestras simpatías.
Danos la gracia de reconocer como un don
el poder compartir la cruz de los otros y experimentar que así caminamos contigo.
Danos la gracia de reconocer con gozo que,
precisamente compartiendo tu sufrimiento y los sufrimientos de este mundo,
nos hacemos servidores de la salvación,
y que así podremos ayudar a construir tu cuerpo, la Iglesia.
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